viernes, 27 de mayo de 2011

más que mirarse (XV)

Tal vez ahora estaba más presente en mi vida que cuando estaba viva, de alguna manera. Tenía anemia de inmediatez, eso sí, de ver cada día su sonrisa, oír su voz llamándome por la casa, oler la esencia de sus guisos o de su perfume. Todo eso sí había desaparecido con ella, y era doloroso. Pero seguía presente en un plano de abstracción, un plano que lo abarcaba todo, lo que había sido, lo que ya no era. Había abandonado la caverna platónica y saltado al mundo de las ideas, de tal manera que yo ya no sabía distinguir cuál de los dos planos tenía más peso, cual era más real, qué pervive finalmente, la realidad palpable, estrecha, presente, o la percepción universal, casi mítica del ser humano. En algún momento pensé en abandonar, cerrar de forma indefinida el candado de aquel hermoso mueble y olvidar las llaves en el fondo del armario, junto con el cofre cuyo contenido aún no había tenido el valor de desalojar Rosario Alonso de La Calleja 1941-2008. Pero en el fondo sabía, con esa certeza doliente y resignada, que no es posible amputarse la propia memoria, como si fuese un dedo,  un órgano, que cuánta más fuerza y empeño invirtiese en el ejercicio del olvido, con más fuerza y empeño ese pasado pendiente volvería a mi, se colaría en mis pesadillas, en una canción, en una visión cotidiana cualquiera, aparentemente anecdótica o intranscendente… tal vez nos vamos de nosotros mismos, pero queda una luz, un grifo abierto, la sombra de una puerta mal cerrada… lo sabía muy bien, sin margen alguno para el autoengaño, no en vano, aunque el azar había destrozado sin solución alguna de continuidad lo que había sido mi familia propia, lo había hecho de forma absurda y abrupta, incomprensible para la lógica del alma y del pensamiento, por eso mis padres seguían vivos en mis sueños. No era necesario que un día me hubiese dedicado especialmente al recuerdo, a mirar fotos o hablar sobre ellos. No. Simplemente, de vez en cuando, aparecían. En algunos sueños tal como eran, jóvenes y apuestos. En otros, tal como podrían haber sido, las sienes plateadas, el andar menos ágil. En estos últimos me costaba reconocerlos, dudaba, titubeaba en mi acercamiento, incluso pedía ayuda a Charo, le decía oye Charo mira bien a ese señor…yo creo que es mi padre…ayúdame a acercarme a él…no estoy segura…no recuerdo su cara con exactitud…Lo que sí era una constante era la sensación de seguridad y alivio que me invadía ya está, ya está aquí mi padre…ya tengo alguien que me proteja….se acabó el desamparo. Otras veces estaba en una ventana, en el quicio de una puerta, simplemente mirando, y mi padre aparecía de repente abajo, miraba hacia mi ventana, agitaba una mano saludándome y sonriendo. Una vez incluso conseguí, antes de despertar, correr escaleras abajo y abrazarlo, por unos segundos recuperé su aroma, a tabaco y a jabón, el tacto de su  pelo negro, siempre peinado hacia atrás, incluso sentí en mi mejilla los pinchacitos de su bigote, como cuando llegaba a casa de trabajar y yo corría a la puerta y me abrazaba a sus piernas, y el se reía, me alborotaba el pelo con las manos hola piojo, mi rata pequeña… La sensación que me invadía al despertar era grandiosa. Yo sabía porque me pasaba todo esto. Era porque no se pueden dejar en el pasado puertas mal cerradas, grifos abiertos, hay que quedarse hasta el final, averiguar el desenlace de la historia. Las historias inconclusas dejan heridas que no se cierran nunca. Charo me lo decía siempre, aunque no en un sentido espiritual, sino práctico, cuando yo flaqueaba en alguna tarea, por su dureza, cuando el desánimo me vencía, cuando le decía voy a plantar la carrera, voy a plantar la oposición, ella me decía “Esther, hija, no se puede ir por la vida dejando las cosas sin terminar”
Pero bueno, para las cuestiones del alma era distinto, porque ya no dependía de la voluntad propia. A mis padres y a mi simplemente nos habían cortado de cuajo más de la mitad de las páginas del libro y las habían quemado. No había más ejemplares. Eran incunables. Así que todo lo no vivido, todo lo no dicho, aprovechaba cualquier resquicio del subconsciente para aflorar, para gritar… heyy!! estoy aquí, no creas que puedes ignorarme, no sueñes con que puedas vivir como si nunca hubiese existido…
Por eso, aunque me hiciera daño, sabía que los diarios de Charo eran mi oportunidad para poner algún punto y final, algo que me permitiese pasar página de forma real y no ilusoria. Empezar de cero. Para poder empezar de cero es imprescindible la conciencia y la asunción de lo que dejamos atrás, sino no sería empezar de nuevo, sino simplemente continuar.
Así que, al llegar a casa cada noche, después de cenar, llamar a mis amigas, arreglar la casa, procuraba arreglar mi alma y me acurrucaba en el sofá con una manta y sus diarios.

Verano de 1975

Me pregunto cada día como pude haber llegado hasta este punto de mi vida sin mi compañero, mi confidente, mi amante…y como me las arreglaría para vivir sin él si le perdiera. Cada cosa que me pasa, cada pensamiento, cada idea, parecen no cobrar vida hasta que puedo compartirla con él. Muchas veces no necesitamos hablar, nos basta con una mirada, un guiño de comprensión, para hacernos saber mutuamente que nadie nos entiende mejor que uno al otro. Juan se siente mal, mal por el tiempo que roba a sus hijos, mal por el tiempo que no podemos pasar juntos .Yo me siento mal, por el tiempo que robo a su familia, pero me siento peor, enferma, si paso días sin poder verle u oír su voz. Así que este el destino de este amor, sentirse mal, pese a todo. Aunque hacemos vida de delincuentes, siempre a escondidas, siempre entre cuatro paredes, es imposible evitar ser vistos. Ayer, sin ir más lejos, Begoña le sorprendió saliendo de mi portal muy entrada la noche. Juan la saludó buenas noches Begoña. Me dijo que se limitó a lanzarle una mirada hipócrita y escandalizada. Me imagino pues que la vuelta al colegio en Septiembre será difícil. Sin duda, si tuviera que definir a esta mujer…indiscreta y maliciosa, eso es lo que ha demostrado ser, así que…tengo miedo.
El régimen, aunque decrépito y podrido, corrupto y ahogado en sus propias falacias moralistas, sigue esgrimiendo la maldad y el miedo como principio, y aunque se rumorea (la decadencia física es notoria y evidente) que el dictador está en las últimas, sigue firmando sentencias de muerte como quien firma cheques, con la misma ciega necedad e irresponsabilidad de decidir sobre el valor de la vida humana como si intrínsecamente este valor no fuese incalculable. Juan está muy preocupado por Raúl, que sigue utilizando la multicopista de la empresa para imprimir panfletos del partido. Es obvio que la secreta está encima. Hace ya un mes que les obligan a quitarle una pieza maestra a la máquina y meterla en la caja fuerte antes de cerrar. Pero es él quien lo hace, con la confianza ciega del encargado. Vuelve de madrugada, coloca la pieza, utiliza la multicopista y la vuelve a dejar en la caja fuerte después. El temor de Juan por su amigo, por tanto, es más que fundado, máxime ahora que Laura, su mujer, está embarazada. Es un hombre valiente y comprometido. Lo malo es que esos valores raras veces se ven recompensados. Al revés, los débiles de espíritu se suben a la chepa de los fuertes, los exprimen, succionan su valor, su energía, se adueñan de sus méritos y valores. Hasta que consiguen acabar con ellos.

Verano de 1975

He recibido carta de Carol de Buenos Aires. Me dice que está embarazada. Que Carlos está como loco con la noticia. Y que ella se siente feliz e ilusionada. Y yo también, por dios, que noticia tan maravillosa. A la vez me siento mal porque no he podido evitar sentir una punzada de envidia…sería tan…que nosotros pudiéramos…Juan ha venido por la tarde y se lo he contado llena de alegría, como una niña, me ha abrazado mucho rato en la cocina y no sé…si por los nervios y la euforia…he acabado llorando como una tonta. Algo vio en mis ojos y se vino abajo… mierda Charo…qué te estoy haciendo…ya está bien…tú también deberías poder tener tus hijos y tu familia…y no vivir sufriendo de esta manera…Le he explicado que no, que a mi no me interesa ningún hijo ni ninguna familia que no sea de los dos, que él es mi familia. Hemos hecho el amor allí, en el suelo de la cocina, un acto mitad devoción, mitad desesperación. Como siempre, su piel, su mirada, su abrazo, son mi redención, curan todas mis heridas. Pero él seguía nervioso…mira mi amor, esto no puede seguir así, estamos sobre un polvorín…esta misma noche voy a hablar con Loli y le voy a decir que me marcho…que seguiré viendo a los niños cada día y manteniendo la casa…pero yo necesito estar contigo…aquí…Le he pedido que no haga nada esta noche, que los nervios y la angustia son los peores consejeros. Me siento mal por haberme dejado llevar por mi llanto, siento que le estoy manipulando emocionalmente, lo mismo que mi padre ha  hecho toda la vida con mi madre…con todos nosotros…las decisiones han de ser libres y propias, no forzadas, así no conducen a nada, sólo son papel de fumar.

Verano de 1975

Esta tarde Juan ha vuelto más tranquilo, dice que ha dormido y se ha despertado con la misma idea, que la verdad libera del dolor y la mentira enferma y aliena en una identidad falsa. Que eso es lo que nos pasa a nosotros. Que la mentira nos está haciendo enfermar. Por otra parte, el cerco se estrecha, así que no tenemos mucho margen para decidir. Mi madre me ha llamado y me ha dicho que la madre de Lucas se presentó ayer en casa. Que llevaba meses preguntándole a Lucas que por qué no nos veíamos ya, si nos habíamos enfadado. Que Lucas no había querido decirle nada, pero en el casino se rumoreaba que la hija de Manuel, el del Pastor, andaba con uno casado, que vaya pécora. Por lo visto mi padre se ha puesto furioso y ha estado toda la noche encima de ella, no la deja dormir ni vivir, le dice que todo es culpa suya, que ha sido una madre permisiva y estúpida, que siempre nos ha dejado hacer lo que queríamos. Me ha pedido que vaya el domingo a comer.

Verano de 1975

Hoy he ido a casa de mis padres al mediodía. Llegué muy nerviosa, pero descubrir que mi hermano Pedro estaba allí me ayudó mucho. Mi padre ha estado en la biblioteca hasta la hora misma de comer y luego nos hemos sentado todos a la mesa. Aparente normalidad, salvo por el silencio de mi padre. Llevábamos ya un rato, cuando me dirigí a él, obviando su actitud:

-Qué tal padre, ¿como va la numismática? - le he dicho

Me ha mirado fijamente a los ojos durante unos segundos, con una sonrisa helada

-¿Eres una puta Rosario?

Instantáneamente, un grito ahogado y doliente de mi madre horadó el aire. La miré. La pobrecilla se apretaba la cara con ambas manos, repentinamente lucía una palidez casi imposible. Mi hermano se levantó para sostenerla, pues parecía a  punto de desfallecer, desesperada, se atrevió a decirle a mi padre:

-No…por favor Manuel….por favor….

Él la ha mirado con desprecio- tú te callas, me oyes, tú te callas- y acto seguido me ha vuelto a encarar:

-Te lo vuelvo a preguntar, Rosario, ¿ eres una puta?  Porque te comportas como si lo fueras…

Me sentí aplastada, incapaz de moverme, incapaz de ningún gesto o palabra. Mi hermano ha reaccionado y me ha dicho – vete de aquí, Charo, no tienes que aguantar esto, yo me quedo con mamá- pero me sentía como una estatua de sal, frágil y a la vez atada al suelo, era una escena de pesadilla, mi padre comiendo con una tranquilidad fría y desligada de aquel drama, mi madre deshecha en los brazos de Pedro- que no me oyes Charo? vete de una puta vez!!-

No sé ni de que manera logré llegar a mi casa. Sólo sé que Juan me estaba esperando, y durante mucho rato sólo pude llorar y llorar en su abrazo, incapaz de contarle el por qué. Cuando por fin pude calmarme y relatarle la ofensa, se enfureció, rompió la puerta del aparador de la sala de un certero puñetazo, cargado de rabia y frustración, como si en realidad fuera mi padre lo que golpeaba. Permaneció de espaldas, apoyado contra la pared mucho rato, la cabeza entre las manos. Cuando volvió a mirarme, vi lágrimas contenidas en sus ojos, me agarró con fuerza por los hombros y me obligó a mirarle de frente…esto se acabó cielo, no voy a permitir que te insulten más…voy a casa por mis cosas, no te muevas de aquí ni les cojas el teléfono…



viernes, 20 de mayo de 2011

más que mirarse (XIV)

Se dejó abrazar, los ojos fijos en el cristal de la ventana. Fuera, la noche escondía, cómplice, todas las miserias y fatigas vespertinas, regalaba magia e intimidad, sosiego y silencio. Dentro Romeo and Juliet,  en la versión de los Killers llenaba todo el universo. Ella se había acercado a la ventana tras curiosear los libros de las estanterías, gesto que repetía inconscientemente en cada nueva casa que le presentaban. Rafa le había dicho espera cinco minutos, sí ¿? Voy a preparar unas copas y poner música…lo había dicho sonriéndole y acariciándole la mejilla. Se sorprendió de su propia calma, la aceptación tácita de la intimidad que compartirían claro esto es lo que llaman madurez…ese concepto que siempre me ha parecido tan estúpido…ahora soy la dueña de mis actos por eso no siento miedo…Esperó mansamente a oír sus pasos de vuelta en el salón, el tintineo de los cubitos de hielo contra el cristal de las vasos cuándo los apoyaba sobre la pequeña mesa de centro, pero no se volvió. Con una mano la aferró por la cintura y con la otra separó su pelo del cuello, que llenó de besos tiernos y pausados. Le molestó que su mente de forma instintiva le trajese a Miguel, el único abrazo, los únicos besos que había conocido hasta entonces…es curioso es distinto pero igual…es como oír la misma lengua pero con un acento y unos matices diferentes…empezó a susurrarle, con una dulzura inmensa muy cerca del oído…sabes…la primera vez que te vi subías la verja de la librería, justo cuándo yo doblaba la esquina… y no pude dejar de mirarte mientras avanzaba hacia ti por la acera…la melena hacia atrás…cubriendo toda tu espalda…tenías el cuerpo en tensión por el esfuerzo…pensé dios que belleza…según me iba acercando me sentía extrañamente excitado y nervioso…no pude menos que pararme delante de tu escaparate…tú me miraste sin verme y me dirigiste una sonrisa amable y brevísima…y pensé dios que ojos tan mágicos…aunque mientras le decía todo esto había empezado a desnudarla, acariciando parsimoniosamente cada parte de ella que iba quedando al descubierto, lo que más la excitaba era el siseo de su voz, la fuerza con la que la sujetaba impidiéndole darse la vuelta, porque a esas alturas ya sentía un deseo irrefrenable de volverse y perderse en su boca, pero él no la dejaba, y seguía y seguía susurrando y acariciándola, pellizcándola suavemente…cerró los ojos y se abandonó a esa danza marcada por otro, confiada, vencida… su mente ahora sólo era una caja oscura y alucinada… Juliet, when we made love you just cry… que desechaba todo reducto racional… I said I love you like the stars above, I love you till I die….  reflejaba caleidoscópicamente todos los colores del universo… and there is a place for us you know the movie song…  recogía todas las pulsiones táctiles y sensoriales… when you gonna realize it was just that the time was wrong Juliet… cuándo por fin él aflojó la tensión de sus brazos y le permitió volverse, estaba ya enloquecida y hambrienta y más que besarle le devoraba, más que desnudarle, le arrancaba la ropa y se aferraba a su cuello y a su pelo con una fuerza desesperada y primaria. Se amaron sobre la alfombra horas, Esther perdió la noción del tiempo, inmersa como estaba en ese juego armonioso y perfecto. Fue una noche de hallazgos e intimidad. Escondido bajo el aroma a jabón, a gel, a limpio, con el que lo había asociado hasta ese momento, descubrió su olor, la esencia mágica y particular que sólo pertenece a uno. Se perdieron en los ojos del otro minutos interminables, un contacto inefable que sólo rompían de tanto en tanto para retomar las caricias mutuas y el placer. Cuando su espalda comenzó a quejarse, de pronto, su mente hizo una asociación dolorosa la última vez que estuve con Miguel también desperté en una alfombra… él pareció notar de inmediato el peso de sus heridas, el ensombrecimiento repentino de sus ojos y le dijo heyyy …preciosa… tengo la espalda molida…mira, el hielo se ha derretido por completo…voy a tirar estos gin tonics y a preparar otros…pero antes te voy a arropar y dejar calentita en la cama y con música muy bajita, vale? Se dejó conducir de la mano a un cuarto mediano, escasamente amueblado, minimalista. Una gran cama ocupaba el centro, cubierta por un edredón gris, mullido y acogedor. Sólo dos mesillas blancas, una lámpara de lava y otra con una pantalla de piel y un ligero toque étnico. No había cabecero, en su lugar, la pared central aparecía pintada de gris piedra, contrastando con el blanco de las otras tres. Había libros y CDS en el suelo, formando ordenadas hileras. Estores blancos y un pequeño y sofisticado equipo de sonido. Nada más. La pared frontal la ocupaba por entero un armario de esos que, en vez de puertas correderas, tienen en realidad espejos correderos. Rafa, desnudo, se sentó en el suelo un minuto y siguió con la vista de arriba abajo con expresión reconcentrada una de las filas de discos, finalmente se decidió y casi de inmediato empezó a sonar el Haarp de Muse. Se volvió hacia Esther, que aprobó la elección con el pulgar vuelto hacia arriba y le sonrió llena de calma. Antes de desaparecer por la puerta para ir a buscar las copas se acercó a su cara, la miró unos segundos y la besó largamente. Charlaron y fumaron con calma, la cabeza de ella apoyada en el pecho de él, intercambiando impresiones sobre la noche que acababan de compartir:

-la verdad es que éstos tíos en concierto se salen, son divertidísimos- dijo él
-sí, el bajista está como una cabra- rieron- y yo creo que va hasta la bandera….
- siiiiii…pero saben ganarse a la gente…lo de cantar el todo lo que nos gusta en acústico
y mezclados entre el público está guay…hace años, también en el Playa, sacaron a todo el público a la arena y se pusieron a tocar allí…
-son muy buenos, aunque echo de menos la calidad del Costa Azul, es un disco sublime, El Incendio suena mucho a radio fórmula…
-          bueno…se van a meter este mes en el estudio a grabar…a ver si tenemos suerte - la cogió suavemente por la barbilla y la obligó a volver la cabeza para besarla - yo quiero volver a verlos…pero eso sí…contigo otra vez…

De pronto, Esther descubrió sobre la mesilla la foto de una niña rubia, con un pelo rizado imposible, casi afro, que sonreía a la cámara con desparpajo, mostrando unos dientes blanquísimos. Tenía una expresión encantadora y pícara. Era un primer plano y parecía hecho por un profesional.

-dios mío, ésta es Clara?... es guapísima…
-sí- él sonrió lleno de orgullo- ya te dije que se parece a su madre…- rieron ambos sin dejar de mirar la fotografía.

Estaban empapados de una felicidad sencilla, sin ambages, auténtica, poseídos por una sensación de bienestar y despreocupación, que les llevó a jugar sobre la cama como juegan los niños, agarrándose, besándose y haciéndose cosquillas mutuamente, para acabar otra vez excitados y entregados. Cuando ya las primeras luces del día se colaban más que discretamente por los resquicios superiores de la persiana mal cerrada, el cansancio los venció y permanecieron largo rato en silencio y abrazados, otra vez la cabeza de ella sobre el pecho de él, como si hubiesen ensayado esa posición desde el principio de los tiempos.
De pronto ella sintió que la respiración del amante se volvía rítmica y pausada, y se incorporó, para comprobar que dormía plácidamente. Cuando intentó volver a apoyar la cabeza, alguien la llamó desde el otro lado del cuarto. Estaba allí, frente a ella, en el espejo y la estuvo observando largo rato. Se deslizó hechizada hasta los pies de la cama, sin dejar de mirarla, ésa que era ella y no era ella…. incluso alargó los dedos y la tocó, para cerciorarse, para que la frialdad impersonal y metálica del cristal la despertaran de su ensoñación… nunca volverás a estar más viva que entre los brazos de un amante entregado ni te volverás a ver tan en hermosa como en sus ojos cuando los nubla el deseo…

Así que allí estaba. Era ella. Por fin era ella.



sábado, 14 de mayo de 2011

Cuando expulsé los sueños
para no traicionar la realidad
conocía su herida
el peso de la noche y su presencia
pero no calculaba su vacío
El vacío de un sueño
pesa como la risa de los cínicos
como los ojos débiles que miran a otro lado
como el soberbio de pureza fría,
que vive más allá de las tormentas.
Por eso convivo con mis sueños,
pero en habitaciones separadas

Luis García Montero



“Sin memoria no existe el escritor. El escritor tiene que vivir y tiene que vivir mucho, si lo que quiere es hablar del ser humano, tiene que conocer la vida, pero sobre todo tiene que conocer el dolor. No hace falta que sepa lo que es la felicidad. Es más importante el dolor. Es una mala madre la Literatura…pero es única”
                                                                                              Ana María Matute

viernes, 6 de mayo de 2011

más que mirarse (XIII)

Marzo 1975

…lo mataron a palizas sabes…venían a buscarlo cada cierto tiempo…cada mes...cada dos meses como mucho…esperaban a que se recuperase de la anterior, levemente…imagínate…en casa de pobres…raras veces podíamos pagarle al médico…mi madre hacía lo que podía, la pobre…al final apenas conseguía andar, de los mosquetones que le habían dado en los pies…los huesos nunca llegaron a soldarse y tenía ese andar torpe, de pato, los pies totalmente planos…se había quedado sordo del oído derecho por los golpes propinados, una de las veces casi pierde un ojo…de todas las maneras, se le había quedado casi sin visión…siempre venían dos…siempre por las noches…muchas veces borrachos…en pleno apogeo de su ignorancia y brutalidad…mi padre no se resistía, sabía que era inútil, en aquella época la acusación de rojo era suficiente para matarte o encarcelarte…no hacía falta más que eso, no hacía falta probar siquiera…cuantas guerras por tierras o herencias se dirimieron así en Galicia…acusabas de rojo o republicano al que querías quitarte de en medio y ya…lo más curioso es que a mi padre no lo denunciaba nadie, no hacía falta, todo el mundo sabía de que parte estaba …él había perdido una guerra, pero sólo quería vivir en paz con su mujer y sus hijos, es más, los vecinos nos querían bien, ayudaban en lo que podían…pero aquella persecución y tortura implacables acabó convirtiéndose en una psicosis colectiva…cuándo llevaban ya un tiempo sin venir a por él, para llevárselo al cuartelillo miserable que les servía de cámara de los horrores, el miedo se palpaba en cada esquina, en cada casa, en el corazón de todos…el miedo y la angustia acechaban agazapados en el interior de aquella choza nuestra que apenas soportaría el calificativo de casa…

Estaban desnudos, tumbados en la cama después del amor, fumando y mirando al techo, la cabeza de él apoyada en el vientre de ella, que escuchaba atenta y horrorizada, sorprendida de la entereza con que la que él desgranaba esa historia espeluznante…el frío y la memoria de la maldad habían destrozado la dulzura del encuentro, la despreocupación con la que ella inquiriera no me has hablado de tus padres…de cómo te hiciste maestro…quiero saberlo todo de ti…

Nunca, nunca…y mira que lo he procurado a lo largo de tantos años, logré comprender que inapelable sentido de la dignidad le llevó a permanecer allí, a merced de sus verdugos…por qué por qué no huyó…por qué no puso tierra de por medio, cómo es posible que se dejara matar de aquella manera tan brutal…aunque no fuese más que por el innato instinto de sobrevivir…cómo pudo sobrellevar ese terror al daño físico ,que se manifestaba en gritos proferidos de madrugada, que le hacían incorporarse en el camastro cubierto de sudor y temblando…dormíamos todos hacinados en el mismo cuartucho…por eso nunca pude ignorar el espanto inefable que veía en sus ojos en aquellos instantes, los que mediaban entre los últimos resquicios de la pesadilla en la que se veía en el cuartelillo, soportando los golpes y las humillaciones y el principio de la conciencia del tacto y el beso de mi madre, que se afanaba en tranquilizarlo, secarle el sudor de la cara, mecerlo como a un niño hasta que lograba traerle de vuelta…y a la mañana siguiente se levantaba, desayunaba en silencio, nos besaba y se iba a su taller, para trabajar incansablemente hasta el anochecer, subsistiendo con lo imprescindible ,para que ,si había un poco de carne, un poco de leche, algo consistente que llevarse a la boca, fuera primero para sus hijos…si presentía que aquella noche tocaría, si se sentía algún día especialmente  temeroso o directamente aterrado, nunca lo supimos…él iniciaba cada jornada con la misma calma, la misma resignación que la anterior…era un verdadero artesano, sabes…tenía dedos de artista y fabricaba toda clase de muebles y artilugios de madera con un perfeccionismo y un arte sublimes…
casi al final la indignación general debió hacerles temer a los asesinos algún tipo de represalia, de pronunciamiento…como norma general, todos callaban por miedo a que les tocara a ellos o a alguno de los suyos, pero a veces se podía oír “ya han venido estos hijos de la gran puta a por el carpintero otra vez, mal rayo los parta”…y es que me imagino que era muy difícil convivir con la cobardía de mirar para otro lado ante la entereza de aquel hombre, aquel muerto viviente, aquel Santiago Nasar que se sentaba cada día ante su banco de artesano, las cicatrices evidentes, las heridas abiertas aún, las vendas sucias, con su sordera y su casi ceguera a las espaldas… y no hacía otra cosa que trabajar y querer a los suyos…y bueno…siempre supe que todo se desenlazó por la jodida barcaza…los chicos de mi edad competíamos en el río, con barcazas que nos construíamos nosotros mismos o nuestros padres o hermanos mayores…en los últimos meses mi padre empezó a fabricar para mi la mejor de todas…ligera, aerodinámica, una ganadora segura…yo me pasaba cada día por el taller y él me explicaba, sonreía ante mi impaciencia por estrenarla, se me quedaba mirando y me revolvía el pelo con las manos…yo presumía ante los otros chicos de que mi padre estaba acabando la mejor barca de todas y fanfarroneaba con que me los iba a llevar a todos de calle en la próxima competición…un día, cuándo estaba casi lista, se pasó por el taller un pariente de uno de los guardias habituales y le dijo a mi padre que le vendiera esa barcaza, que cuánto le pedía…él le contestó que ésa no estaba en venta, que era para su hijo y no se trataba de dinero, que no tenía precio…y bueno…a la siguiente paliza ya no sobrevivió…mi madre esperó y esperó angustiada hasta el amanecer, como hacía cada vez, las vendas preparadas, el agua hervida…la angustia matándola por dentro…pensando qué será esta vez…por dios que no sea ningún hueso…por dios que no le vuelvan a dar en el ojo malo, en el oído bueno…

Apareció casi dos días después, en el Campo de la Rata, le tiraron allí como a un perro…lo recogió mi madre con ayuda del cura, nadie más se atrevía a ayudarla…mientras le limpiaba la sangre, le lavaba, le ponía el traje de los domingos para enterrarlo dignamente, no derramó ni una lágrima, pero le vi por primera vez ese gesto de sequía, de repugnancia, de dolor, ese rictus amargo que se le quedó grabado para el resto de su vida…

Para cuándo acabó su relato, ya habían abandonado la postura inicial y estaban de rodillas sobre el colchón, Charo lo abrazaba como a un niño, llorando con él, secando sus lágrimas y su sudor con la sábana, meciéndolo con ternura, procurando que saliese de las tinieblas de la pesadilla y volviese a su lado.

miércoles, 4 de mayo de 2011

más que mirarse (XII)

La ilusión y la curiosidad habían ido dejando paso de forma casi imperceptible a la ansiedad y el temor. Esther le daba vueltas y vueltas y acababa llegando al desaliento…parece que haya pasado una eternidad desde que no salgo con un hombre…me siento insegura a más no poder…qué hago…qué digo…cómo me comporto…
A la hora de comer, Ana pasó por la librería a recogerla, para ir a picar algo y de compras. Escogió en skunfunk un vestido negro y verde bastante favorecedor, ligeramente ceñido y con cuello barco- éste te va perfecto con la chaqueta de piel corta y sandalias, había dicho su amiga-  El buen rollo de Ana era contagioso, como siempre, y poco a poco se fue sintiendo mejor. Tomaron un crepe salado en La Petit y decidieron hacer sobremesa en el Sport Café. Todavía no le había hablado del mensaje de Miguel y creyó que era un buen momento. La vehemencia de Ana la sorprendió:

-Joder Esther…que se vaya a hacer puñetas…lo que más me jode es ver que dudas y le das vueltas… ¿dónde estaba cuándo tuviste que enterrar a Charo?.... ¿dónde estaba cuándo pasaste mil y una noches sin dormir, haciendo frente sola al desmantelamiento de la casa, a los problemas con el negocio?
-pues no sé Ana…igual está arrepentido…de todas formas, la posibilidad de explicarse no de le niega a nadie, no?
-la  posibilidad de explicarse, como tu le llamas, en este caso entraña un peligro enorme para ti, nena, para el equilibrio que has logrado conseguir con tanto esfuerzo…mira Esther, no te ofendas…pero siempre has sido ingenua a más no poder….está buscando un beneficio sólo para él, no para ti…está buscando aliviar su culpa, o su soledad, o su arrepentimiento… a tu costa. Hay que saber plantarse, decir que no, Esther…cada palo que aguante su vela…los actos tienen consecuencias…Miguel eligió vivir sin ti, desterrarte…tal como yo lo veo, es una cuestión de dignidad y de amor propio…de tu dignidad y tu amor propio…
-ya lo sé…ya lo sé…de todas formas, no he decidido verle…en tal caso, esperaré a sentirme más fuerte
-como veas…pero no confíes tanto en los buenos sentimientos de la gente…tú ya no eres su pareja, ni siquiera su amiga…así que si tiene problemas que llame a sus colegas…a ti te toca empezar a vivir, ya has sufrido bastante por él…no se puede ir por la vida así, joder, ahora estoy mejor sin ti, ahora te necesito…no eres un juguete, para cuando se aburre o no encuentra algo mejor.

Mientras Ana iba al baño, el camarero trajo los segundos cafés. Esther maldijo una vez más la hipocresía de la ley antitabaco, que le arrebataba uno de los mayores placeres de la vida, el café no era lo mismo, los cafés ya no eran lo mismo…se había perdido esa esencia entre costumbrista y literaria de exhalar el humo al ritmo de los sorbos pausados y las disquisiciones vitales o filosóficas. Ana volvió y empezó a mirarla con esos ojillos sonrientes y pícaros de cuándo barruntaba alguna de las suyas. Después de unos segundos, se llevó la mano al bolsillo y arrojó encima de la mesa una mini caja de preservativos:

-los tres primeros los echas a mi salud….
-gracias- Esther rió con ganas- no tenías que haberte molestado…
-no es molestia, los acabo de pillar de la máquina del baño…
-loca…tómate el café, anda, que se te enfría…

Al salir, decidieron aprovechar la calidez del día para pasear por la dársena y la zona del puerto. Un enorme barco de crucero había atracado ese mismo día y toda la zona de Maria Pita estaba poblada de gente rubia y colorada, con bermudas y aquel horror estético que tanto parecía gustarles, sandalias y calcetines blancos.
Esther sentía la necesidad de hablar de los diarios. Desde luego los temores de Charo acerca de la posibilidad de que su hallazgo supusiese para ella un descalabro, eran fundados.

-no sé Ana, desde luego soy una adulta, y sería muy ingenuo pensar que Charo no tuvo otra vida, aparte de la de trabajar y criarme…pero me desconcierta descubrir ciertas cosas, cómo cuándo habla de Juan y de repente duda de lo que siempre ha creído casi como dogma de fe…lo del matrimonio y los hijos….
-quería casarse con él, entonces….
- no tanto como eso…desde luego no piensa en el matrimonio como tal, como institución o forma de vida en si misma….ella sabe desde el primer momento que es una relación sentenciada de antemano…la vive con mucha angustia, con desasosiego, con miedo…pero tiene sus momentos de bajón y explica que ese deseo que la embarga a veces de vivir con Juan el día a día…
-normal…cuando te enamoras…luego acabas de cotidianeidad hasta el gorro, pero al principio…
-claro…pero ellos no pueden ni siquiera planteárselo…imagínate…el divorcio en España ni siquiera existía…por no existir no existía ni la separación….además, estaban los niños de él, es algo que a ella le preocupaba mucho, no soportaba la idea de ser responsable del sufrimiento de unos niños…
-pero…no se quedó embarazada no?
-no, que va…hay monólogos, reflexiones muy largas en las que se reconoce a sí misma esa necesidad que siente…incluso llega a decir que no concibe una gloria mayor que sentir en su interior un hijo de ambos, que imaginar como sería, su belleza, su inteligencia, la llena de felicidad y también la tortura…
-joder…pobre Charo…ella que educó a tantos niños y nunca pudo tener uno propio…debió ser una frustración tremenda…
-sí, eso pienso yo…sobre todo teniendo en cuenta que lo de la maternidad era algo que nunca la había acuciado…y cuando encuentra un hombre, un amor que despierta ese afán…resulta del todo imposible…habla de que esa clandestinidad con la que tienen que vivir su historia es como un eterno noviazgo, sin posibilidad de llegar a más
-bueno, por otro lado, es una situación que muchos considerarían envidiable…
-sí, sí…pero a ella llega un momento en que la clandestinidad la supera…anhela un poco de rutina, de normalidad…no tener que esconderse…llega a decir que esa forma de vida más parece de delincuentes que de personas normales…
-claro, es que tenía tener los nervios a flor de piel…dios….y yo que recuerdo a Charo siempre serena, siempre alegre, siempre con una palabra amable que decir a todo el mundo…
- bueno, es que ten en cuenta que cuándo tu la conociste ya había pasado mucho tiempo, ya estaba muy avanzado el  proceso de aprender a vivir sin él, la gente ya había olvidado el escándalo y no la señalaba por la calle…
-ya, el tiempo que todo lo cura…es una verdad como un templo…
-ya estás tú con tus refranes…pero sí, es cierto….todo lo cura…o más bien todo lo minimiza….ya me ves a mi ahora con Miguel…
-sí, pero la diferencia es que Miguel se fue porque quiso, eligió irse, pero a Charo y a Juan los echaron de su propia vida, a patadas, de la peor de las maneras…
-desde luego, para dos personas inteligentes y sensibles como ellos, tener que soportar esa caza de brujas tuvo que ser un infierno…si lo piensas bien, además les tocó el peor de los escenarios…esa España deprimida, mojigata, cautiva de mil y un prejuicios, sin libertad para hablar, para actuar….con esa moral y esa religión asfixiantes, ya no era falta de libertad para actuar, es que ni sentir podían…esa prohibición desmesurada y sin sentido…como si uno pudiera elegir lo que siente…
-claro…el caldo de cultivo perfecto para millones de reprimidos…es imposible vivir la sexualidad y el amor de una forma sana con tanta estupidez y represión, sería una población de infelices…

Casi sin darse cuenta, habían llegado a la librería y Esther se dispuso a abrir la verja.

-bueno nena…suerte esta noche…olvídate de todo y pásatelo bien, eh??
-que siiii…no te preocupes…cerraré una hora antes y me iré a casa a arreglarme…mañana pásate a tomar un café y te cuento…

Se despidieron con un beso y Ana se alejó a prisa por la acera.