domingo, 29 de abril de 2012

sin solvencia


- A plazos…la compras a plazos y ya está…- Yoli se lo había dicho muy segura- solicitas la tarjeta del Delcampo o del Carreclub…no se la deniegan a nadie…

Pero claro, Yoli tenía un marido. Dos nóminas.

Ella no. Ella tenía una nómina de 800 euros. Un hijo de cuatro años. Ningún marido. Una nevera rota.
Y ahora tenía a aquella chica sentada enfrente, pálida como una muerta, más avergonzada y apesadumbrada que ella misma
-Lo siento de veras…no consideran que ofrezca solvencia…yo…lo siento mucho…

Sonrió con esfuerzo y volvió a oír su voz cuando ya estaba cerrando la puerta

-¿Ha buscado en nuestra planta de oportunidades? Hay modelos a doscientos euros…

Ella no tenía doscientos euros. Tenía un hijo pequeño que desayunaba zumos individuales desde hacía una semana y se iba al colegio sin nada caliente en el estómago. Una sola nómina. Una nevera rota.

-Gracias…ya las he visto…no tengo doscientos euros….por eso solicité su tarjeta...

lunes, 16 de abril de 2012

la abuela de Mario

Hace tres años que la veo ir y venir. Mario es compañero de mi hijo desde primero de infantil y ella siempre está allí, cada mañana en la fila, cada tarde en el parque, en las reuniones…siempre amorosa, siempre entregada. Además de con Mario es habitual verla empujando el cochecito de una nueva nieta por las calles del barrio, o acompañar a otros nietos mayores a actividades, al cole, al médico.
Su cuerpo acusa el cansancio de los trabajos y los años, camina ligeramente encorvada, pero su mirada, alegre y chispeante, contrarresta su andar cansino. Nunca la he visto desarreglada. A sus sesenta y ocho años es una mujer guapa, el pelo pulcramente teñido de rubio ceniza, sus sortijas y sus colgantes, sus gestos estilosos.
Hace tres años que la admiro por todo esto, por su incesante actividad y su entusiasmo, cuando yo, con casi cuarenta años menos y un solo niño que atender, a veces tengo ganas de meterme en la cama a las once de la mañana. Estos días he llegado a admirarla mucho más.
Segunda semana de cole y se me acerca en el patio, amistosa, me rodea la espalda con el brazo, me da dos besos hola mi niña, ¿Cómo estás? Te estuve buscando ayer para saludarte pero vino tu marido…
Como muchas otras veces hacemos el camino de vuelta a casa juntas, charlando. Ando despacio y demoro el momento de llegar a la esquina de mi casa, dónde nos separamos, porque estoy a gusto y me encanta escucharla. Normalmente hablamos de trivialidades ¿tú a que actividades lo mandas?... ¿le sirven los mandilones del año pasado? Cosas así.
Esta mañana dejé atrás la esquina de mi calle y mi portal y la seguí hasta el suyo ay neniña yo aquí liándote con la de cosas que tendrás que hacer…me daba igual, su historia me atrapó, hubiera pasado con ella toda la mañana.
No sé ni como empezamos a hablar de la fe, yo le contaba que creía que mis primeros años en el cole de monjas me habían dejado ligeramente traumatizada, toda aquella disciplina del uniforme, los rezos y los himnos patrióticos. Ella se reía, asentía. Y de repente me regala una historia formidable de fortaleza y vida mira yo…es que necesitas algo a que aferrarte, a mi cuándo hace veintiocho años me desahuciaron por el cáncer de útero al principio me dio miedo, porque me dijeron que no iba a salir…y claro tuve que dejar el trabajo que tenía de cocinera en un colegio…incluso mi marido dejó el trabajo para estar conmigo lo que me quedase…y para ayudarme con los niños…me dijeron “te van a tratar como un sándwich, primero te van a quemar, luego a abrir y luego a quemarte otra vez”…pero me aferré a la esperanza y a San Francisco Javier…le rezaba mucho… a estas alturas yo, que ya me había quedado muda y encandilada, titubeo…tenías esperanza…me mira asombrada, me sonríe y afirma con una vehemencia absoluta ¡claro mi neniña! Siempre hay esperanza, siempre…si yo no llego a ser fuerte arrastraría a mis hijos y a mi marido conmigo, tu siempre tienes que mantenerte fuerte para tu familia, las mujeres somos el pilar, entiendes?...y eso que a mi marido me cuidó muchísimo, fue un enfermero buenísimo, pero buenísimo…él sabía que yo tomaba calmantes hacía mucho, tenía ya dolor…pero el caso es que me siguieron mirando durante once años y no se reprodujo…a pesar de lo de mi hijo…que se me murió…mi mirada debía ser de horror absoluto, porque pensaba pero dios, que cobarde soy, quejándome de mis problemas, que no son nada, le pregunto…”¿ se murió tu hijo?”…sonríe, me pone una mano en el hombro y me mira…sí…se me tiró por la ventana con veintitrés años…ya ves…y eso fue más difícil que lo otro…y también seguí adelante…por eso… aunque tu marido se ponga malo…o le pase algo a tu niño…dios no lo quiera…tú tienes que seguir adelante siempre, esperanza hay siempre… ya estamos llegando a su calle cuándo se recompone al instante con una sonrisa…lo de los curas...Bueno yo conozco a uno muy guapo…y anda de discotecas el tío…y hace muy bien…yo le digo “fulanito, si es que tenían que casarse ustedes también, además de salir...” me río, me dice “si si no te rías…si yo siempre digo que son un chollo desperdiciado de hombres, porque nunca van al paro y si no tienen dinero…pues lo cogen del cepillo…”
Nos reímos las dos con ganas.
Llego a casa y me doy cuenta de que se merece que no me olvide nunca de su lección. Y de que no sé el nombre de la abuela de Mario.
Mañana tengo que preguntárselo.