martes, 19 de marzo de 2013

Pingüinos


El día que te fuiste a Leo se le cayó un diente.

Era una de esas cosas que te contaría enseguida, incluyendo foto de hueco en la encía. Una de esas noticias que te encantaban  y te alegraban el día. Me pedirías que te contara todos los detalles, la emoción de esperar al ratoncito Pérez y hasta querrías que te describiese su cara de sorpresa al levantar la almohada.
Y mira qué tontería bicho…con todo lo que habíamos pasado y lo que más me atormentó durante unas horas fue no poder contarte que a Leo se le había caído un diente.

Y hablarte de los niños, de los tres. Porque era lo que más te preocupaba, siempre los niños…a fin de cuentas yo misma no puedo evitar incluirme entre tus  niños, con más de treinta y cinco tacos que ya tiene delito…

Te lo dije unos días antes de irte, que eras la mejor madre que yo había tenido. La que me peinaba, me vestía,  me ayudaba con los deberes, hablaba con mis profes. La que escogió conmigo mi vestido de  novia y me ayudó a ponérmelo, en todos los sentidos. Tú me apretaste la mano y no dijiste  nada.

Apenas unas horas después de que te trajeran empezaron a llegar flores y más flores…un flujo inabarcable de ramos y de gente. Ya sé que tú no querías flores, pero fue la única de tus instrucciones que no pudimos cumplir. Llegaban demasiadas y además siempre te gustaron los lirios. Por lo demás seguimos a rajatabla el funeral laico, ni misas ni símbolos y ahora estás donde querías, en ese lugar tan querido y tan nuestro. Es una manera más de que el verano del 97 esté siempre vivo para todas. Te acuerdas que salimos de Carballo soportando una lluvia torrencial e impía. Pero tú dijiste que no abortábamos plan y fuimos las cuatro cantando como locas y haciendo el bobo todo el camino. E increíblemente al llegar allí el cielo se limpió y se puso azul y hermoso. Pudimos acampar y no sólo eso, disfrutamos de siete días de calor  y buen tiempo y justo se puso a llover otra vez la mañana que nos íbamos y ya nos dio igual.
El finde que viene vamos a verte otra vez y así nos  pegamos una comida en uno de los sitios  habituales, aunque no sea verano y aunque nada sea igual si no estás tú.
Estarías tan orgullosa de Pita…a pesar de ser quien arrastraba el mayor dolor, el  mayor desamparo, estuvo tan entera bicho…soportando estoicamente horas y horas de besos y  abrazos. Y todo con una sonrisa y el trato más cortés. Yo también lo intenté, y creo que más o menos lo conseguí, porque era lo que tú harías y querrías, ese coraje que siempre nos transmitiste. Y vaya si predicaste con el ejemplo, porque fuiste una campeona.
No dejaste de luchar ni un minuto, a pesar de que el azar nos había señalado hace mucho y a pesar de que nos enteramos tarde de que jugábamos con las cartas marcadas.
Pero Pita fue admirable, todo el mundo me lo decía, que era increíble esa entereza en una chica de apenas 20 años. Pero es normal. Es hija tuya.

Hubo de todo, compañeros tuyos que se ponían a llorar al verme, porque decían que cierto gesto o pose les recordaba a ti. Creo que te gustaría saber que por fin conocí a Mila y le pude dar las gracias por todo el apoyo y la fuerza moral que te había regalado este último año atroz. Hablamos más de una hora frente al cristal dónde estabas, porque mamá había salido a comer y me prohibió levantarme de allí mientras no volviese, para que no te quedaras sola…ya sabes…cosas de mamá. Mila me pareció un encanto, tal como me la habías descrito. No dejaba de repetirme la admiración que sentía por ti, por lo valiente e inteligente que eras. Nos reímos un rato recordando tus ironías, ese sentido del  humor tan negro y tus juicios tan afilados.
Hubo algo que me rompió y fue que todo, absolutamente todo el mundo de tu entorno que yo sólo conocía de oídas me decía “yo conozco mucho a tu hijo”  “Ah Leo…cuánto he oído hablar yo de Leo”
Y hablando de Leo…me pasa un poco como a él , que dice que no se cree nada de que estás en el  cielo…y que no mami…que yo la voy a buscar por toda la casa…en la cama… en la sala…en la habitación de Alba  y en el baño…y la voy a encontrar porque ya verás cómo está en el trabajo o tomando un café….pues yo un poco lo mismo.
No me  puedo creer que ya no estás y sigo esperando mi primer  wasap de la mañana y todavía no he querido sentarme a  llorar y  no quiero pensar y procuro acabar los días agotada de trabajo y actividad, para no darme cuenta, para  poder seguir pensando que estás en el trabajo o tomando un café.
A lo mejor escribo esto para creérmelo de una vez.
Pita me regaló al día siguiente el colgante talismán, ese que llevabas siempre puesto. El lunes compré una doble correa para no perderlo nunca y no quitármelo nunca.  Leo y Ane le dan vueltas y vueltas cuando están en mis rodillas o cerca de mí, pero no dicen nada.

No me llevé nada más, salvo las alpargatas de cuero que usabas siempre en casa y que compramos juntas una noche en una tienda del Albaicín te acuerdas…aquel viaje fue genial. Tu saliste en trance de La Alhambra, asombrada por la belleza, por los sonidos y los olores…cada noche íbamos al Albaicín y nos quedábamos en las teterías hasta las mil, charlando y tomado té. Y hace unos meses apenas me mandaste aquel wasap  Pete quiero volver a La Alhambra!  Y yo te puse vamos!

Fue duro recoger tus cosas. Como una metáfora del desmoronamiento que sufrimos todos, se me cayó el alma a los pies cuándo cuatro días después entré en tu casa de nuevo y el suelo de todo el  piso de abajo se había levantado por una fuga de agua. Y tu casa, siempre tan agradable, tan ordenada, tan tú, también se había revelado ante tu ausencia y decidió reventar. Y tus muebles, tan hermosos, todos hechos de madera  y diseñados por ti hasta el último detalle … “Euge, éstos son muebles que puede heredar mi hija”... me decías cada vez que Francisco acababa uno….estaban desconcertados y perdidos vagando por territorios que desconocían, aunque estuviesen a menos de un metro de su sitio original. Pero procuramos hacerlo bien, con calma y cierta paz, a pesar de que la desolación lo invadía todo y que no podía dejar de mirar una ampliación de un primer plano tuyo con 24 años que Pita había colocado en la estantería. Y estabas tan guapa…tanto como siempre, porque incluso los últimos días en el hospital pensaban que tu hija era tu hermana, de lo hermosa que estabas, con la piel suave y el pelo negro brillantísimo todavía. Parecías una chica. Y por eso siempre te enfadabas cuando te llamaban señora e incluso aquella vez te fuiste de Zara sin comprar nada porque  la niñata que estaba cobrando le dijo a su compañera “le voy a cobrar a la señora”  y tú “pues no, déjalo, que ya no me llevo nada”   y la tía con cara de póquer y Pita aguantando la risa detrás de ti. Y cuándo veíamos las esquelas y ponían “La Señora:.”  Pita me decía que vaya cabreo te ibas a pillar.
Conseguimos cerrar la puerta a las doce en punto y mandar a todo el mundo a descansar, como tú querías, a pesar de que no esperábamos tantísima gente, pero se consiguió. Y nada más coger la autopista el cielo se rompió de pronto en una tormenta  formidable, con relámpagos que iluminaban todo el espacio y truenos bestiales y  le dije a David “esta es mi hermana que está diciendo por fin todo dios para casa ya” . Y es que estabas preocupada porque ibas a trastocar las rutinas de la gente y no querías que estuviésemos en el tanatorio mil horas, que era muy cansado. Y esa lucidez es lo que más me duele, porque al final organizaste hasta tu propia partida, siempre pensando en los demás más que en ti misma, siempre igual. Y es que tanto darle vueltas al dolor de lucidez y no entendí bien el concepto hasta que me dolió tanto la tuya.  Me da miedo su miedo, intentaba explicarle a David. Hasta que te tuve que ver despedirte de tu propia casa, sabiendo que no ibas a volver, y pedías estar cinco minutos en la sala e ibas en el coche mirando el cielo y los árboles y me preguntaste con una serenidad pasmosa “¿por qué no nos dejarán morir en casa?”  y yo te contesté que sólo te iban a regular la  medicación y el fin de semana estabas de vuelta, sabiendo que te mentía, pero tú me sonreíste y negaste con la cabeza. A fin de cuentas eres mi hermana mayor, la columna vertebral de esa familia tan convulsa. Así que ahora nos partieron en dos la columna y andamos perdidos y desconcertados sin saber qué hacer, porque no estás para organizarnos.

El 25 de octubre del 2011 el cielo se nos derrumbó.  Es nuestra naturaleza, así que nos colocamos la cota de malla y el escudo y nos dispusimos a bajar al Abismo y librar una lucha sin cuartel, a pesar de que nos enfrentábamos a más de diez mil orcos. Pero ninguna luz cegadora e inesperada apareció al amanecer del último día para salvarnos. Para salvarte.

Pita se pregunta cómo es posible que te pidiese que dejases de luchar pero yo creo y quiero decirle que era lo mejor y lo  único que podíamos pedir para que terminase aquello que no era digno de ti, de la mujer fuerte y formidable que fuiste siempre. Y que no fue una debilidad pedírtelo, porque yo misma, a pesar de mi  descreimiento, le pedí a papá la tarde antes que viniese a buscarte, que por favor viniese ya…y necesito creer que estás ahí, en algún lugar, el que sea, pero estás.

La cabeza está llena de imágenes todo el rato y a lo mejor es estúpido que la que más me atormente sea la de tu plumífero marrón colgado en una percha al abrir la portezuela del armario del  Canalejo, cuando recogimos todo porque ya te llevaban. Ya ves que tontería, pero no se me va de la cabeza.  Y estoy enfadada. Enfadada por el absurdo de que te fueras tú. Me compensa que hayas sido feliz, y que tuvieras Bali, Mauricio, Cuba, Londres….Pita…sobre todo. Pero me puede la rabia y la impotencia de los años que  te robaron, los nietos, los viajes….las compras, los cafés, los vinos, los amigos. Daría lo que fuese por una tarde más de cafés y tiendas.

Desde el 25 de octubre de 2011 acarreamos un fardo de miedo, angustia, dolor y rabia. Y ahora nos damos cuenta de que es un bagaje imposible de llevar e imposible de dejar, un sinsentido, una situación perversa. Están el omnipresente por qué  y  por qué a nosotros, por qué a ti. Y no hay respuesta.

Desde el mismo día en que te fuiste, algo cambió imperceptible  pero firme dentro de mí con respecto a Pita. Y es que me siento igual que cuando me acompañabas a ver a Leo a neonatos, ¿te acuerdas?  No quiero ni puedo sustituirte, pero nunca la voy a abandonar . No me dejaste una tarea difícil, es una niña inteligente, encantadora, buena …tú la convertiste en un ser maravilloso. Sólo prometer que intentaré estar a la altura y que no me puede la responsabilidad, que asumo un papel inesperado con toda la ilusión que me dejan las circunstancias en que lo hago.

Y por último aquello. Unos días después Carlota me empezó a hablar de ese documental sobre animales que había visto en la dos. Yo no sabía que los pingüinos se organizan en familias tradicionales, con papá, mamá  y crías. Ni tampoco sabía que son monógamos y permanecen juntos hasta el final. Pues eso, me habló de una familia de pingüinos que en una época especialmente crítica de frío y hambre, tuvo que dejar partir a la hembra en busca de alimentos, dejando a la cría al cuidado del padre. Unos días después, al ver que no volvía, el padre se fue a buscarla. La cría de pingüina se quedó vagando sola días y días, muerta de hambre  y de frío. Ninguna mamá de otra familia compartía su comida con ella porque reservaba los alimentos para sus propios hijos. Tampoco ninguna la acogía en su bolsa para que no muriese de frío. Cuando ya estaba muy malita, una cría de otra familia se negó a comer durante días, a pesar de que generalmente tenía un hambre voraz.  La madre se dio cuenta y acogió a la pingüinita en su bolsa y le dio de comer. Unas horas después, su propia cría dejó de negarse a hacerlo.
Carlota sólo me contó esta historia y sonrió. Y eso. Que tu pingüina nunca va a pasar hambre ni frío, porque mi bolsa es bastante grande. A fin de cuentas, tú también de alguna manera, me llevaste en la tuya.

Y que muevas la cortina si quieres, que ya sé que te dije que no, pero sí que quiero.