viernes, 9 de diciembre de 2011

más que mirarse (XXIX)


Era una nota simple a pie de página, pero que la conmovió hasta lo más hondo, porque estaba directamente dirigida a ella. A ella. Como si aquella mujer, con su personalidad mágica, su vida mágica, hubiera logrado trascender los muros infranqueables de la muerte. Era reciente y ella se había preocupado de que Esther lo supiese, pues había utilizado un pilot rosa, que aún permanecía impávido y asombrado en el lapicero de los últimos meses… Esther hija…está todo en el estante central, detrás de las obras completas de Gracián… No había añadido nada más, como si no quisiese alterar más de lo imprescindible sus rutinas.

La mudanza había resultado engorrosa y cansada, como todas las mudanzas. Había hecho algunos cambios significativos, como mandar al trastero todos los muebles que habían sido su cuarto anterior, todos buenos y pesados, de madera sólida y antigua. A cambio había instalado en el centro una cama blanca con dosel de Bed´s que hacia años que le gustaba. El resto era de Ikea. La cómoda blanca de Malm, un espejo con marco blanco roto de cuerpo entero y funda nórdica y alfombra de tonos alegres, con matices que iban del rojo intenso al verde. También había desmantelado parcialmente la sala de estar de diario. Un sofá rojo enorme de varios cuerpos sustituía a los originarios de piel, que debían llevar más de treinta años en la casa. La mesa de centro de  cedro también se había trasladado al trastero y en su lugar lucía una mucho más sencilla, con la superficie color haya y patas metálicas. Conservó el mueble frontal porque era bueno, pero de diseño sencillo, sin las pretensiones decimonónicas del resto de los muebles, tan al gusto de los padres y abuelos de Charo. En cuanto lo hubo poblado con sus libros, fotos, equipo de música y la tele de plasma, el conjunto adquirió una personalidad moderna y desenfadada, su personalidad. Tenía en mente renovar totalmente la cocina, pero eso ya requeriría ahorro y paciencia.

La primera noche Rafa durmió con ella. Se había quedado totalmente prendado de la casa. Esther sonreía al verle recorrer las estancias una y otra vez, con evidente cara de asombro y escepticismo joder cielo…es increíble que aún existan tesoros como éste…parece un decorado de una peli de James Ivory…cuando abrió la puerta de la biblioteca sus ojos se ensancharon como platos. Le llevó más de una hora hacer un recuento sólo parcial de los tesoros que albergaba. Rafa no daba crédito…dios Esther…esto es de cuento…están todos los clásicos…Quevedo, Lope, Shakespeare, y hay docenas libros de sellos y monedas… ¿Charo era aficionada a la numismática?...no, eso era cosa de su padre…respondía Esther, orgullosa y feliz de ver su entusiasmo genuino, casi infantil. El seguía el recorrido ensimismado, sin dar crédito a su suerte y se alborozaba como un niño mira mira cielo…mira esto…Proust…Céline…Djuna Barnes…D.H. Lawrence…Capote…Borges…Sábato…está todo aquí Esther! Todos!! …y los rusos…todos…los poetas malditos franceses…y mira esto…¡¡ la correspondencia privada de Scott Fitzgerald y Zelda!!...sí, todos esos ya son aportación de Charo…respondía ella divertida.
La misma impresión de mágica irrealidad le causó el comedor, tan señorial, con su larguísima mesa de patas talladas, que sostenían la impoluta superficie de mármol, tan pesada, que habría sido imposible levantarla sin la ayuda de quince hombres… pero…Esther… ¿dónde habrán comprado esto? ¿alguna vez comíais aquí?....creo que no lo compraron…que lo hicieron a medida para este salón…todo…las sillas, el aparador…la mesa…y…sólo comíamos aquí una vez al año…Charo daba una fiesta para conmemorar la República…en Abril…venían muchísimos amigos suyos…de todas maneras no te emociones…nada de esto me pertenece en realidad…lo hermanos de Charo murieron antes que ella…y antes de eso ya habían cedido la propiedad a Charo…pero el contenido es distinto…Charo tenía sobrinos…en realidad les pertenece a ellos todo esto…así que pueden venir a buscarlo en cualquier momento…aunque dudo que lo hagan…ninguno debe albergar buenos recuerdos de la casa ni de su abuelo…no los trataba muy bien….Rafa reía…bueno que se lleven todo…menos los libros…
Para conmemorar la noche, prepararon una cena frugal a base de patés, quesos, anchoas y salmón ahumado. Lo dispusieron todo en la nueva mesa de la cocina, estrecha y alargada, de color roble, que Esther había combinado muy acertadamente con sillas de metacrilato trasparentes y una enorme lámpara blanca justo encima, que aportaba una luz directa pero difusa a la vez, cálida, agradable. No obstante esa noche prescindieron de la luz eléctrica y encendieron muchas velas. Llenaron sus copas y brindaron. Era una etapa nueva, aunque los escenarios se repitieran. La sensualidad y el aire de irrealidad les venció allí mismo y prefirieron estrenar la mesa antes que la cama. Esther fregaba los escasos platos de la cena fría cuando sintió las manos de Rafa aferrar sus pechos desde atrás, por dentro de la camiseta de algodón. Sentir sus besos cálidos y húmedos en el cuello la excitó de veras y ella misma se deshizo en pocos segundos de los vaqueros y el sujetador, se tumbó encima de la mesa ansiosa, esperando ver aparecer ante ella la orgullosa e imponente erección que adivinaba. La excitación de él se hizo mayúscula ante ese gesto, ante la  visión de su amante desnuda y expectante tendida en la mesa y ya no logró ni desnudarse, se limitó a arrancarle las bragas y desabrocharse el pantalón para penetrarla profundamente al instante, agarrando con fuerza sus caderas y elevando las piernas de ella por encima de cada uno de sus hombros. Esther se dejó arrastrar por las inefables oleadas de placer que él detonaba con cada embestida y sólo incorporó parcialmente el torso, los codos apoyados sobre la mesa, para besar su boca de forma furiosa y desatada unos segundos, antes de dejarse caer otra vez sobre la superficie dura y rendirse a una crisis de placer prolongada y sublime, que la dejó sumida en una catarsis muy dulce.

Cuándo por fin estrenaron la cama, esta vez para dormir abrazados pecho con espalda, Esther descubrió que tantas emociones la habían desvelado, así que sigilosamente se levantó, se puso la camiseta de Rafa, tirada en la alfombra, y se dirigió a la biblioteca.

Le llevó unos cinco minutos encontrar en el estante frontal El Arte de la Prudencia y lo retiró casi con miedo, como si estuviese realizando algún tipo de ritual iniciático. Allí estaba. El mismo paquete marrón que había visto en una acera hacía ya veinticinco años. Mucho más desgajado y marchito, como si hubiese sido manoseado cientos de veces. Conteniendo el aliento, separó una de las aristocráticas sillas y se sentó frente a su tesoro.

Allí estaba ella, su querida, queridísima Charo. Pero no era exactamente ella. Era una chica hermosa de puro feliz, el rostro sonrosado y arrebolado, las huellas patentes del amor y del  placer que le proporcionaba aquel hombre ancho de hombros, bien parecido, de mirada penetrante e inteligente y sonrisa relajada que la abrazaba desde atrás, apoyando la barbilla en su hombro y aferrándola por la cintura con las dos manos. Los dos miraban de frente a la cámara, confiados, como si aún no adivinaran la factura tan terrible que tanta felicidad les habría de pasar.

En la siguiente estaban en una playa, el cuerpo de él, poderoso y firme, hermoso en su insultante juventud, parecía correr por la arena, y en brazos la llevaba a ella, otro cuerpo hermoso y joven, bronceado y apenas cubierto por un biquini blanco, la dorada melena cayendo sobre su espalda. Los dos reían casi a carcajadas.

Había varias más, Juan apoyado en el capó de un mini azul… los dos con un cigarrillo y una copa en la mano, en una especie de reunión social o club, ya que se adivinaba el humo y la presencia de otras personas alrededor; en ésta última no miraban al fotógrafo, se miraban a los ojos y sonreían, llenos de complicidad.

La última le encantó. Era Charo en una mesa, con el pelo suelto y un suéter de cuello alto. Tenía un cuaderno ante ella y sostenía un bolígrafo en una mano y un cigarrillo en la otra. Charo escribiendo, tal como ella la había visto hacer millones de veces. Pensó que a él le gustaría tanto como a ella verla así, febril y concentrada en sus textos, por eso la  había fotografiado sin que ella lo advirtiese.

Se dio cuenta de que aquella noche ya no podría dormir, así que trasladó a la mesa de la cocina todas las cartas. Se preparó una infusión bien caliente y alcanzó el cenicero.

Rafa la encontró a las siete de la mañana exhausta y con la mirada perdida, tan a fondo se había metido en el relato de aquel amor y de aquel dolor ajeno, que ni se había dado cuenta de la hora. Había llorado, había reído, había vivido toda una vida en una sola noche.

Al mediodía comió algo en el Andy y condujo hasta el centro comercial. Encontró en Pórtico unos marcos preciosos, de madera blanca decapada, con volutas discretas y un aire romántico y sobrio a la vez.
Preparó para cenar una merluza en salsa verde que inundó la cocina y la salita de deliciosos efluvios, puso jazz más bien bajito y encendió unas velas.
Cuándo Rafa llegó reparó casi de inmediato en los nuevos rostros que les sonreían desde sus flamantes marcos, que a partir de ahora compartirían con ellos cada cena, cada comida, cada minuto de aquel hogar algo improvisado que aún estaban estrenando…hey…que fotos más bonitas…¿son ellos, verdad?...Esther sonrió, orgullosa, y asintió levemente con la cabeza… son guapos ¿a que sí?...Rafa la abrazó por detrás adoptando idéntica postura a la de la foto y le susurró al oído…desde luego…pero nosotros mucho más…



Miro…el instante en que han quitado la fotografía…ríes con la timidez de quien le avergüenza la risa…quince años que sujeto entre mis brazos…al compás del último disco robado…creo…que ese tiempo que se fue no ha sido nunca nuestro…como…cuando te miro y no logro recordar tu cuerpo… ¿no eras tu aquella insolencia de latidos…que encendía mis deseos mas prohibidos?…
Siento…que tu y yo no somos más que dos desconocidos…otros dos extraños que en el tiempo se han hecho asesinos…esos dos niños de la fotografía…que abrazados van bailando por la vida

Aute, “Queda la música”