viernes, 20 de mayo de 2011

más que mirarse (XIV)

Se dejó abrazar, los ojos fijos en el cristal de la ventana. Fuera, la noche escondía, cómplice, todas las miserias y fatigas vespertinas, regalaba magia e intimidad, sosiego y silencio. Dentro Romeo and Juliet,  en la versión de los Killers llenaba todo el universo. Ella se había acercado a la ventana tras curiosear los libros de las estanterías, gesto que repetía inconscientemente en cada nueva casa que le presentaban. Rafa le había dicho espera cinco minutos, sí ¿? Voy a preparar unas copas y poner música…lo había dicho sonriéndole y acariciándole la mejilla. Se sorprendió de su propia calma, la aceptación tácita de la intimidad que compartirían claro esto es lo que llaman madurez…ese concepto que siempre me ha parecido tan estúpido…ahora soy la dueña de mis actos por eso no siento miedo…Esperó mansamente a oír sus pasos de vuelta en el salón, el tintineo de los cubitos de hielo contra el cristal de las vasos cuándo los apoyaba sobre la pequeña mesa de centro, pero no se volvió. Con una mano la aferró por la cintura y con la otra separó su pelo del cuello, que llenó de besos tiernos y pausados. Le molestó que su mente de forma instintiva le trajese a Miguel, el único abrazo, los únicos besos que había conocido hasta entonces…es curioso es distinto pero igual…es como oír la misma lengua pero con un acento y unos matices diferentes…empezó a susurrarle, con una dulzura inmensa muy cerca del oído…sabes…la primera vez que te vi subías la verja de la librería, justo cuándo yo doblaba la esquina… y no pude dejar de mirarte mientras avanzaba hacia ti por la acera…la melena hacia atrás…cubriendo toda tu espalda…tenías el cuerpo en tensión por el esfuerzo…pensé dios que belleza…según me iba acercando me sentía extrañamente excitado y nervioso…no pude menos que pararme delante de tu escaparate…tú me miraste sin verme y me dirigiste una sonrisa amable y brevísima…y pensé dios que ojos tan mágicos…aunque mientras le decía todo esto había empezado a desnudarla, acariciando parsimoniosamente cada parte de ella que iba quedando al descubierto, lo que más la excitaba era el siseo de su voz, la fuerza con la que la sujetaba impidiéndole darse la vuelta, porque a esas alturas ya sentía un deseo irrefrenable de volverse y perderse en su boca, pero él no la dejaba, y seguía y seguía susurrando y acariciándola, pellizcándola suavemente…cerró los ojos y se abandonó a esa danza marcada por otro, confiada, vencida… su mente ahora sólo era una caja oscura y alucinada… Juliet, when we made love you just cry… que desechaba todo reducto racional… I said I love you like the stars above, I love you till I die….  reflejaba caleidoscópicamente todos los colores del universo… and there is a place for us you know the movie song…  recogía todas las pulsiones táctiles y sensoriales… when you gonna realize it was just that the time was wrong Juliet… cuándo por fin él aflojó la tensión de sus brazos y le permitió volverse, estaba ya enloquecida y hambrienta y más que besarle le devoraba, más que desnudarle, le arrancaba la ropa y se aferraba a su cuello y a su pelo con una fuerza desesperada y primaria. Se amaron sobre la alfombra horas, Esther perdió la noción del tiempo, inmersa como estaba en ese juego armonioso y perfecto. Fue una noche de hallazgos e intimidad. Escondido bajo el aroma a jabón, a gel, a limpio, con el que lo había asociado hasta ese momento, descubrió su olor, la esencia mágica y particular que sólo pertenece a uno. Se perdieron en los ojos del otro minutos interminables, un contacto inefable que sólo rompían de tanto en tanto para retomar las caricias mutuas y el placer. Cuando su espalda comenzó a quejarse, de pronto, su mente hizo una asociación dolorosa la última vez que estuve con Miguel también desperté en una alfombra… él pareció notar de inmediato el peso de sus heridas, el ensombrecimiento repentino de sus ojos y le dijo heyyy …preciosa… tengo la espalda molida…mira, el hielo se ha derretido por completo…voy a tirar estos gin tonics y a preparar otros…pero antes te voy a arropar y dejar calentita en la cama y con música muy bajita, vale? Se dejó conducir de la mano a un cuarto mediano, escasamente amueblado, minimalista. Una gran cama ocupaba el centro, cubierta por un edredón gris, mullido y acogedor. Sólo dos mesillas blancas, una lámpara de lava y otra con una pantalla de piel y un ligero toque étnico. No había cabecero, en su lugar, la pared central aparecía pintada de gris piedra, contrastando con el blanco de las otras tres. Había libros y CDS en el suelo, formando ordenadas hileras. Estores blancos y un pequeño y sofisticado equipo de sonido. Nada más. La pared frontal la ocupaba por entero un armario de esos que, en vez de puertas correderas, tienen en realidad espejos correderos. Rafa, desnudo, se sentó en el suelo un minuto y siguió con la vista de arriba abajo con expresión reconcentrada una de las filas de discos, finalmente se decidió y casi de inmediato empezó a sonar el Haarp de Muse. Se volvió hacia Esther, que aprobó la elección con el pulgar vuelto hacia arriba y le sonrió llena de calma. Antes de desaparecer por la puerta para ir a buscar las copas se acercó a su cara, la miró unos segundos y la besó largamente. Charlaron y fumaron con calma, la cabeza de ella apoyada en el pecho de él, intercambiando impresiones sobre la noche que acababan de compartir:

-la verdad es que éstos tíos en concierto se salen, son divertidísimos- dijo él
-sí, el bajista está como una cabra- rieron- y yo creo que va hasta la bandera….
- siiiiii…pero saben ganarse a la gente…lo de cantar el todo lo que nos gusta en acústico
y mezclados entre el público está guay…hace años, también en el Playa, sacaron a todo el público a la arena y se pusieron a tocar allí…
-son muy buenos, aunque echo de menos la calidad del Costa Azul, es un disco sublime, El Incendio suena mucho a radio fórmula…
-          bueno…se van a meter este mes en el estudio a grabar…a ver si tenemos suerte - la cogió suavemente por la barbilla y la obligó a volver la cabeza para besarla - yo quiero volver a verlos…pero eso sí…contigo otra vez…

De pronto, Esther descubrió sobre la mesilla la foto de una niña rubia, con un pelo rizado imposible, casi afro, que sonreía a la cámara con desparpajo, mostrando unos dientes blanquísimos. Tenía una expresión encantadora y pícara. Era un primer plano y parecía hecho por un profesional.

-dios mío, ésta es Clara?... es guapísima…
-sí- él sonrió lleno de orgullo- ya te dije que se parece a su madre…- rieron ambos sin dejar de mirar la fotografía.

Estaban empapados de una felicidad sencilla, sin ambages, auténtica, poseídos por una sensación de bienestar y despreocupación, que les llevó a jugar sobre la cama como juegan los niños, agarrándose, besándose y haciéndose cosquillas mutuamente, para acabar otra vez excitados y entregados. Cuando ya las primeras luces del día se colaban más que discretamente por los resquicios superiores de la persiana mal cerrada, el cansancio los venció y permanecieron largo rato en silencio y abrazados, otra vez la cabeza de ella sobre el pecho de él, como si hubiesen ensayado esa posición desde el principio de los tiempos.
De pronto ella sintió que la respiración del amante se volvía rítmica y pausada, y se incorporó, para comprobar que dormía plácidamente. Cuando intentó volver a apoyar la cabeza, alguien la llamó desde el otro lado del cuarto. Estaba allí, frente a ella, en el espejo y la estuvo observando largo rato. Se deslizó hechizada hasta los pies de la cama, sin dejar de mirarla, ésa que era ella y no era ella…. incluso alargó los dedos y la tocó, para cerciorarse, para que la frialdad impersonal y metálica del cristal la despertaran de su ensoñación… nunca volverás a estar más viva que entre los brazos de un amante entregado ni te volverás a ver tan en hermosa como en sus ojos cuando los nubla el deseo…

Así que allí estaba. Era ella. Por fin era ella.



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