sábado, 26 de febrero de 2011

más que mirarse (II)

Me llamo Esther, Esther Fernández Navarro, y hace tres años bajé a los infiernos. Luego volví a la superficie,  pero ésa es otra  historia.
Hace tres años, Charo se fue para siempre, y Miguel…bueno… Miguel también se fue para siempre.
Charo no era mi madre, ni mi hermana, ni siquiera era mi tía, pero era mi única familia, la única que yo había conocido. En realidad Charo era la mejor amiga de mi madre, y cuándo mis padres murieron en un accidente de coche, yo me convertí en la única herencia de esta mujer , independiente y liberada,  que, de repente , de la noche a la mañana, se encontró con la difícil tarea de lidiar con un dolor que le pertenecía , el de la pérdida de su amiga de la infancia, y otro dolor que no le pertenecía, el de una niña de siete años asustada y huidiza, un dolor y una responsabilidad con los que nadie más quería cargar. Yo no tenía abuelos, y la única hermana de mi padre, con la que éste no se  hablaba desde tiempos inmemoriales, no sólo no mostró interés alguno por mi, sino que desapareció y volvió a Londres, donde residía, apenas terminado el funeral. Así fue como Charo desmanteló la casa, recogió mis escasas pertenencias, los cientos de libros que mis padres habían atesorado a lo largo de sus vidas, las fotos y  los diarios de mi madre, que guardó durante años y años y me regaló, envueltos en papel de estraza, el día que cumplí dieciséis … y a mi….Cogió todo esto y lo llevó a su piso de Orillamar, que también era una herencia, ésta legítima, de sus padres. Era  un piso grande y espacioso, con una hermosa galería y muchos valiosos y pesados muebles caoba, una biblioteca sensacional  y una colección diversa de alfombras persas que cubrían la brillante y pulida tarima de roble.  Un piso que ahora era, cosas de la vida, mi propia herencia legítima.
Así, en circunstancias tan desafortunadas comenzó nuestra convivencia. Charo era maestra, de las mejores maestras que han podido existir, entregada a sus alumnos y a lo que para ella era la suprema llave de la libertad , la educación. Nunca gritó a sus alumnos, nunca les obligó a aprender las cosas de memoria o al fuerza, sabía que lo que se impone por la fuerza se acaba rechazando, no, ella seguía la máxima de Horacio, ”endulzar la píldora” me decía, lo que debe hacer un educador es endulzar la píldora, hacer llegar a sus alumnos de forma amena e interesante lo que quiere transmitir, que ellos mismos lo acaben buscando, no sirve de nada obligar a los niños a acumular datos, fechas, nombres de reyes, batallas… hay que enseñarles a pensar, a ser críticos, a buscar la información por sí mismos…así , aunque acaben en una fábrica o en una cadena de montaje, sabrán hacerse respetar, conquistarán un espacio íntimo de libertad que les permitirá realizarse de otras formas. Sus alumnos la adoraban, y años después de jubilarse, incluso, me moría de orgullo docenas de veces, cuando en el súper, en la biblioteca, por la calle, algún adulto , visiblemente emocionado y con gran respeto se le acercaba : “Doña Charo, usted es doña Charo, verdad ¿?”  Ella les plantaba dos besos en las mejillas y siempre, siempre, recordaba sus nombres. Era una apasionada de la Historia, especialista en Historia de España, y leía y leía incansablemente sobre la guerra civil, sobre la República, siempre decía que daría lo que fuese por haber podido vivir los días de la República y que este país jamás había tenido una oportunidad igual a aquella.
-Ya lo decía Gil de Biedma, hija, de todas las historias , la de España es la peor, porque acaba mal…. Y que razón tenía hija ,que razón… Habíamos conseguido las de Dios aquí niña, educación para todos, laica y gratuita, libertad en todos los ámbitos , avances sociales, cobertura social… podíamos haber llegado tan lejos….pero claro llegaron esos pistoleros, y dando tiros nos secuestraron el país, cuarenta años nos robaron, nada menos….Y no se conformaron con eso, no, nos secuestraron el alma, que aquí, y lo decía Gil  también, que somos un intratable pueblo de cabreros, quien más quien menos, acabó teniendo síndrome de Estocolmo…y acabó dando por bueno que pensaran por él, quien más quien menos acabó dando por normal esa puta moral de Acción Católica que te detenían por besarte en la calle, si quererse es lo más bonito del mundo hija,  pero si veían a uno soltándole un mamporro a la mujer en la calle, pasaban de largo y decían que algo habría hecho, la pobrecilla….si es que indigno hija, hija, me indigno, tantos años en manos de los peores, los reaccionarios ,los machistas, los chupacirios esos de mierda… y toda la gente que merecía la pena, que pensaba, porque ellos, los traidores, tenían el poder y las pistolas y los nuestros, entre otras cosas, tenían la razón, y cómo acabaron… todos asesinados o en el exilio…qué país se va iba  construir así, sin ellos ¿? , pues eso, un país de memos y sometidos, fácil de gobernar, que era lo que querían esos cabrones….
Era anticlerical confesa y activa, y más de un disgusto tuvo por ello, padres de alumnos que le venían a recriminar que si no les enseñaba a sus hijo a rezar…ella llegaba a casa furibunda, y mientras poníamos la mesa , se desahogaba …. Te lo puedes creer hija, que se me ponen como hienas porque les digo que la educación es enseñar a pensar y que no se puede pensar con libertad si se educa desde dogmas o ideologías. Y van y me dicen que tienen miedo de que el párroco no les quiera hacer la comunión a la criatura…claro de eso viven esos cabrones desde hace siglos, del miedo y la culpa…ya lo decía Lorca, que por qué no el Cristo sonriente, el Cristo de los niños….no que va, a éstos les interesa el Cristo de la sangre y de los clavos, les interesa que la gente viva con culpa y con miedo, porque si no, cuanto les iba durar el chiringuito ¿?
Y así crecí yo, leyendo incansablemente y aprendiendo que el miedo  y la culpa no sirven para nada, si acaso, para amargar el corazón y no disfrutar de las cosas. Porque Charo era una mujer que supo disfrutar de la vida. Tuvo todos los amantes que quiso, pero siempre huyó del matrimonio. Decía que eso de la monogamia era una falacia burguesa, un invento del macho para preservar su apellido y su  patrimonio, porque las mujeres siempre estábamos seguras de cuál era nuestra sangre, que para eso paríamos a nuestros vástagos, pero ellos sólo podían estar seguros si tenían a la mujer bien sujeta en casa, así se aseguraban ellos eran los únicos que las tocaban… porque eso de que el patrimonio acabe en manos de sangre ajena…eso lo llevan peor que lo otro…y se partía de risa.
Todas las tardes íbamos a la calle Real, a merendar chocolate con churros y también de tiendas, porque Charo era muy coqueta, y le encantaba ir siempre a la última, arreglada y maquillada y tenía varios armarios llenos de ropa  y joyeros y joyeros llenos de bisutería. Además, odiaba las colonias, sólo usaba perfumes caros y siempre olía como los ángeles.
La verdad es que siempre me consintió mucho. Ya en la adolescencia, mis amigas me tenían una envidia atroz, porque Charo no me ponía horarios, me compraba toda la ropa que quería y hablaba conmigo de chicos como si fuera una amiga  y no una madre. Cuándo a los dieciséis conocí a Miguel, en el instituto y me enamoré de él, Charo me llevó al ginecólogo, me compró la píldora y me dijo: “ Mira, hija, el amor es lo más bonito de la vida, y hay que disfrutar del cuerpo y de la belleza mientras uno es joven, y disfrutarlo bien, pero protégete, porque si te quedas embarazada ahora, la que te cagas la vida eres tú, para ellos es mucho más fácil, todo es mucho más fácil para ellos”
En nuestra casa no se celebraban santos ni fiestas de guardar, pero todos los años, cada catorce de Abril, para conmemorar la República,  Charo abría la casa para sus docenas de amigos y montaban una comida opípara y generosa, regada con una sobremesa de música y gin –tonics que se alargaba hasta bien entrada la noche. Y todos los años, al acabar la fiesta, cuando todos sus amigos se habían marchado ya y recogíamos, me decía lo mismo:
“hija, cuando yo me muera, no quiero funerales ni llantos. Quiero que me incineren con mi mejor vestido y la bandera tricolor y que alguien cante” Me va la vida en ello,”. No quiero responsos, si algún chupacirios osa asomar la sotana , lo corréis a escobazos, como a la cucarachas. Luego os reunís todos, como hoy , y os vais a cenar a lo grande y a tomaros unos martinis  a mi salud, invito yo. Y luego ya, cuando tengas tiempo, te vas tú solita allí a la Torre, donde el cementerio de las palabras, y tiras mis cenizas al mar, sin que te vea nadie”

Y me hacía prometerle que así lo haría. Y se lo prometí, docenas de veces, cada 14 de Abril, durante años.
Y bueno, hace tres años , tuve que hacer todo eso.
Fue un cáncer, cómo no, uno fulminante. En menos de  un año se la llevó de mi lado. Un día Charo se cayó en la acera, mientras esperaba a que yo bajase de mi casa, la que compartía con Miguel desde hacía diez años, para ir de compras. Nos dijeron que era un tumor en la cabeza , inoperable, y que era difícil precisar cuándo tiempo llevaba allí. Fue imposible convencerla de que se tratara en un hospital, dijo que ya sabía que se iba y que se iba a morir con dignidad, como había vivido, que no quería que nadie le limpiase el culo y que, además , no iba a renunciar a pasar sus últimos días sin fumar , ni a vestirse con una bata de algodón horrorosa, con la de ropa que ella tenía.
No quiso trasladarse a nuestra casa, ni que yo me instalase en la suya, cosa que acabé haciendo de todos modos, pero otras razones.
En esa época yo daba clase de Lengua y Literatura en un instituto público. Fue la única condición que Charo me había puesto a cambio de tanto amor y tanta atención como me había dado, que estudiase, que estudiase mucho. Con eso no transigió nunca, no toleraba una mala nota, y , en época de exámenes, Miguel tenía vetada la entrada en casa: “ Prepárate hija, estudia mucho, asegúrate un futuro digno, sin libertad económica no hay libertad, y yo no te he educado para que dependas de ningún hombre, demuestra lo que vales y te respetarán, te dejarán vivir tu vida en paz “ Eso me lo repetía hasta la saciedad “ sin libertad económica no hay libertad “ Así que me quemé las cejas para sacar la carrera y la oposición de enseñanza, para devolverle parte de lo  mucho que me había dado. En realidad, mi sueño era otro, yo quería ser librera, quería regentar mi  propia librería, pero ella me decía que si eso era lo que soñaba, acabaría haciéndolo da todos modos.
Aquel día, poco antes del final, salí del instituto a las dos y me fui derecha a su casa, como hacía cada día desde que enfermó. Entraba todos los días con el corazón en un  puño, temía encontrármela en el suelo, inconsciente o….bueno… eso , lo peor. Pero ese día  ella estaba radiante, arreglada como para ir de cena y me dijo “ven hija, que no quiero que me tengas que llevar en ambulancia cuando llegue el momento, que poco estiloso sería “  Y me puso en las  manos las llaves de un Fiat 500 rojo con los asientos y el volante de cuero color crema, que estaba aparcado en la puerta de la casa. Hacía siglos que yo me quedaba embelesada mirando ese modelo de coche cada vez que tropezábamos con uno en alguno de nuestros muchos paseos, pero nunca se lo había dicho a ella, sólo con Miguel fantaseaba con la idea de comprármelo. Pero ella se había fijado , como siempre, se anticipaba a mis deseos, me consentía hasta el final.
Nos pasamos la tarde recorriendo la ciudad en coche, las dos juntas, con la música a tope y riéndonos como niñas. Cuando llegué a casa por la noche, hervía de impaciencia por contárselo a Miguel, quería invitarlo a cenar y darle una sorpresa. Pero él esquivó mi boca cuando fui a besarlo y me dijo “siéntate, por favor Esther, quiero hablar contigo”
No me dijo que había otra , ni que quería que nos diésemos un respiro, no . Fue más grave. Me dijo “ya  no te amo Esther, te quiero muchísimo, eres mi compañera, pero ya no te deseo, ya no te amo y no quiero seguir viviendo así” Ya estaba, no había nada más decisorio , era una sentencia no sólo firme, sino definitiva, contra ella no cabía recurso alguno.
Y bueno, qué decir, que no lo esperaba… mentira….hacia ya años que parecíamos más compañeros de piso que amantes. Además, ninguno de los dos habíamos estado con nadie más , llevábamos juntos quince años, no habíamos conocido otros cuerpos, otro placer, otro dolor que no fuera el nuestro, ése que habíamos cultivado con esmero y pasión los primeros años y que habíamos ahogado a fuerza de rutina y desinterés los últimos. Así que ,sí, lo esperaba, pero de una forma inconsciente que no había tenido el valor de mirarlo de frente, simplemente me dejaba llevar  por el miedo a perder lo único conocido y pensaba “ y quién conserva la pasión después de tantos años ¿? …nadie… pues eso… tenemos otras cosas… la seguridad, el compañerismo…el sexo no es lo más importante, eso dicen todos…
Pero, por primera vez en mi vida, desoí las enseñanzas de Charo, porque tuve miedo. Y no un miedo gestionable, racional…no… Tuve pánico…. pánico  irracional y cegador, pánico asfixiante y negro. Y sentí culpa, culpa  igual de irracional y no menos asfixiante… qué había hecho yo mal ¿? Por qué las dos  personas que más quería en el mundo se iban de mi lado?
Aquella noche Miguel y yo lloramos juntos, horas y horas lloramos , como dos niños. Lloramos por nuestra juventud compartida y por nuestro futuro incierto. Lloramos por nuestra casa , que descomponía en el vacío para siempre y por los hijos que nunca íbamos a tener, lloramos y lloramos y finalmente hicimos el amor por última vez, sin dejar de llorar y abrazándonos como dos náufragos, desesperados y ateridos de frío y de miedo. Ya de madrugada me levanté del suelo con gran esfuerzo, Miguel dormía sobre la alfombra .Lo tapé con una manta , hice una maleta con lo imprescindible, y me fui a casa de Charo, en cuyo regazo seguí llorando y llorando, hasta que por fin, de puro agotamiento, me dormí. Por los resquicios de la galería se colaba ya el amanecer.



1 comentario:

  1. Ya sabes que espero el proximo, cada cual me parece mas interesante y me tienes expectante, eres muy buena, ya sabes lo que pienso.

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