martes, 1 de marzo de 2011

más que mirarse (IV)

Aunque el tiempo, que es milagroso, ha ido desdibujando los márgenes de aquellos días aciagos, eliminando sólo, tal vez, los detalles más dolorosos, los más sórdidos, hay, sin embargo, retales, momentos, que se han grabado a fuego en mi mente. Me despertó la voz rota de Luz Casal en la radio ….si es la historia de un amor …el tintineo de las tazas del desayuno  que Charo trajinaba en la cocina…como no hay otro igual…el olor del café siempre acogedor y optimista….que me hizo comprender todo el bien todo el mal….la voz de mi benefactora que seguía con ahínco la melodía…que le dio luz a mi vidaaaaa apagándola despuéeees…..
Me di cuenta que yo, como le había debido ocurrir a Miguel, también había amanecido sobre la alfombra. Charo me había tapado y colocado una mullida almohada bajo la cabeza, pero, cuando intenté incorporarme, todos mis huesos y articulaciones se pusieron a blasfemar.
-Vamos, hija, ven a desayunar, que te he preparado torrijas de las que te encantan, y zumo de naranja. Ya verás como con el estómago lleno todo se ve distinto.
-Dios…pero…qué hora es ¿? …tengo una clase a las diez…
-Pero mi niña…donde vas a ir con esa carita…tienes los ojos más hinchados que Chazz Palminteri, además ya he llamado al instituto y les he dicho que estabas enferma.
Nos sentamos a la mesa de la cocina, igual que millones de veces a lo largo de nuestra vida en común. En todas las casas que he tenido, la cocina siempre ha sido el epicentro del hogar y esa costumbre también  la heredé de Charo. Aunque en el piso de Orillamar había una biblioteca espaciosa, un cómodo salón con dos mesas y sofás mullidos ,Charo apenas les sacaba partido. En cambio, la, mesa de la cocina siempre estaba poblada de libros, diarios, almanaques, velas aromáticas, cubos repletos de bolígrafos y rotuladores…Interioricé tanto esa costumbre que, aunque la cocina de mi apartamento actual es pequeñísima, lo primero que  hago al llegar a casa es ir hacia allí como autómata, encender un cigarrillo, prepararme un café y hojear el último número de Habitania, Architectural Digest o el libro que tengo entre manos. Sólo en la cocina me siento realmente en casa. Es mi rincón, tan necesario como respirar.
Aquella mañana, después del segundo café, por fin pude articular palabra.
-Si es que no lo puedo asimilar Charo…yo no puedo imaginarme la vida sin Miguel, es como si me arrancaran un brazo….
-Claro, hija…es que han sido muchos años…pero el mundo no se acaba, sabes, al contrario, tienes treinta dos años, toda la vida por delante, vamos…todas las crisis son como una ducha de agua fría, sientan como el culo, pero nos espabilan. La vida no puede ni debe ser estática, sino no es vida, la vida es crisis, cambio, evolución, hija…si nos estancamos y nos conformamos es lo mismo que estar muertos.
-No quiero que odies a Miguel…
-Odiarlo dices?....no hija… Miguel es una buena persona, yo sé que te ha amado mucho…como podría odiarlo? Mira, Esther, Miguel se ha portado como un hombre, ha sido valiente, se ha pronunciado y ha dado un paso al frente, exponiéndose. …sus padres, sus  hermanos, sus amigos, todos te adoran…Miguel sabe que va a tragar mucha hiel, que le van a culpar a él, y aún así ha sido valiente, no ha querido vivir engañándote, como hacen casi todas las parejas, alargar una relación muerta por miedo y por el qué dirán. El muchacho ha sido honesto contigo y consigo mismo, así que más que odiarlo, lo respeto, no seré yo quien le juzgue, nadie debe juzgar los actos y decisiones de nadie, cuando sólo le atañen a él y no hace daño al resto
-Pero a mí me hace daño…
-Sí ,hija, ahora te duele… y es normal… pero más pronto que tarde verás que era lo justo. Te he dicho miles de veces que el amor es lo más bonito de la vida, y, cuándo se trata de amor no se puede vivir con medias tintas. En los últimos años, yo he sido testigo de cómo Miguel y tú os ibais convirtiendo en amigos, habían desaparecido las urgencias por estar solos, el brillo en los ojos cuándo os mirabais…es legítimo que Miguel quiera sentir todo eso, porque es una prerrogativa de su juventud , igual que lo es de la tuya….desde mi punto de vista sería una soberana majadería que os condenarais mutuamente a dejar de vivir todo lo que vale la pena de la vida, lo que emociona, lo que excita, lo  que nos hace vibrar, por puro convencionalismo, porque es lo que hacen todos...porque es “lo correcto””…bobadas, hija, lo correcto es sacarle a la vida el máximo partido, que estamos dos días y uno está nublado….ahora no lo ves así, pero Miguel  ha sido valiente y se ha dado una oportunidad, y  nada más que eso, porque nadie le asegura que nunca se vaya a arrepentir, pero se ha dado a sí mismo una oportunidad para luchar y te le ha dado a ti, que es lo que a mí más me importa
Como siempre, las palabras de Charo fueron un bálsamo para mi alma, pero no me libraron del miedo a la soledad ni de añorar la compañía de Miguel. No lo hicieron ese día ni muchos de los días que le siguieron a ése .Me pasaba las horas pendiente del teléfono y de gmail. Si recibía un sms, pegaba un salto y me abalanzaba hacia el móvil, parecía una yonqui, víctima de un mono insufrible. Charo me miraba con disimulo, sonreía compasiva y bajaba los ojos de nuevo al libro que dormitaba sobre su falda. Ahora, con la perspectiva del tiempo, me arrepiento de haberle hecho padecer mi ansiedad enfermiza cada hora, cada minuto, de aquellos meses, porque para mí eran los meses de la transición, pero para ella eran los últimos de su vida.
Seguí levantándome casi por inercia cada mañana, daba clase como un robot, no miraba a los ojos a mis alumnos, como había hecho siempre, explicaba Cernuda o Salinas para la pared del fondo, sin transmitir nada, qué sacrilegio, pienso ahora. Evitaba los ojos de la gente por norma, evitaba los de la cajera del  súper y los ojos del kiosquero y los del camarero que me ponía un café. Tenía miedo de que vieran en mis ojos el miedo y la locura. Desarrollé toda una amplia y surtida variedad de cárceles interiores, en las que yo misma me encerraba con cien cadenas. Mi única ilusión pasó a ser el sueño, en el momento que despertaba, contaba las horas que faltaban para que pudiera volver a la cama. La ansiedad era una tortura continua, sádica y cruel, una rata que roía y roía y roía sin descanso  en lo más  profundo de mi misma. Disfrutaba de unos efímeros y balsámicos segundos de paz en el instante mismo de despertar, pero enseguida recordaba quién era  y pensaba …ah…la rata… sigue ahí… mordiendo…no ha debido parar en toda la noche…. Pronto a la rata no le bastó con mis horas de vigilia, quería poseerme por completo, así que royó con más fuerza, con mucha más fuerza y rabia, doblegó sus esfuerzos y ya se me negó hasta la paz del sueño, la interrupción del pensamiento consciente, de tal manera que, si lograba conciliarlo, era de puro cansancio, y era un sueño sobresaltado y podrido, lleno de pesadillas.
Fui tan egoísta, me centré tanto en mi propio dolor y sus límites, que ni siquiera advertí que Charo ya no podía más.
Una mañana mientras corregía exámenes en la biblioteca del instituto, me llamó la vecina del sexto. Se había encontrado a Charo tirada en el portal, consciente, pero incapaz de moverse. Había llamado a una ambulancia.
Oía como en un sueño los bocinazos  censores de los demás conductores, no sabía ni por dónde iba, me temblaban las manos y las lágrimas no me dejaban conducir, pensaba, joder, ni siquiera has estado para llevarla ,joder, ni siquiera eso… finalmente ha tenido que ir en ambulancia… y sólo sentía a la rata, riéndose procaz, obscena,  satisfecha, descarada, riéndose, riéndose , riéndose como una loca.
No recuerdo ni como logré armarme con un acopio de serenidad mínimo, imprescindible, para llegar hasta el parking del Canalejo, dejar el coche y llegar hasta la habitación, porque lo que sí recuerdo es que la rabia y el pánico me dominaban, y era la rabia la que entraba como una exhalación en el ascensor, era la rabia la que empujaba a la gente por los  pasillos ,era la rabia la que inquiría frenética Rosario Alonso  por favor?? Alguien me puede decir donde está Rosario Alonso?? Usted sabe dónde está Rosario Alonso  por favor por favor por favor
A lo largo de todos aquellos días de postrera y desnuda agonía, descubrí que, si es difícil vivir con dignidad, no lo es menos morir con ella, y que, en todo caso, morimos solos, nadie nos acompaña en ese último e indómito trocito del camino, nadie puede. Charo disfrutó ya de escasos momentos de lucidez, acaso unos minutos cada día, el resto del tiempo parecía estar inmersa en una suerte de regresión juvenil, reía y lloraba, amonestaba dulcemente a imaginarios niños que se sentaban en pupitres a los pies de su cama, llamaba a mi madre, decía “Carol, tú has visto como me mira ése” y prorrumpía en una risilla adolescente, al tiempo que se ruborizaba. También llamaba  incansablemente a un hombre y repetía docenas de veces la misma letanía “no lo hagas, no lo hagas, mi amor, no vamos a saber vivir, ya lo sabes no?, no vamos a saber…”
Me reconfortó mucho saber que ella pasaba sus últimas horas en compañía de las personas que acaso más había amado en su vida, en tiempos y escenarios más felices, con sus alumnos, a los que había consagrado su vida, con mi madre, y con ese amor del que yo no sabía nada, pero que, por la fuerza y desesperación con que aferraba mis manos y me pedía que no lo hiciera, mi amor, no lo hagas, comprendí que había amado mucho.
Apenas me moví ya del hospital, sólo iba a casa a ducharme y cambiarme de ropa. Me ausentaba más o menos tranquila, porque los escasos minutos en los que ella estaba en el presente solían coincidir con el ocaso del sol ,sobre las ocho de la tarde y yo procuraba llegar un rato antes. No obstante ,un día me demoró el tráfico y cuándo llegué a su cuarto, me encontré allí a una monja, una mujer enjuta, fea y encorvada que entonaba murmurando un rezo machacón e  infinito ,al tiempo que mecía su triste cuerpo de virgen adelante y atrás , adelante y atrás, en una danza desalentadora y macabra.
Charo la miraba horrorizada, el miedo chispeaba en sus ojos, que se desorbitaban, se abrían inconmensurablemente, incapaz para moverse como estaba, indefensa, en cuánto me vio tendió los brazos hacia mí como si se aferrara a un salvavidas, con un hilo de voz me pidió -hija, por favor llévate a esta bruja de aquí- La rabia me cegó, no había derecho, no podían someterla a esta humillación, justamente a ella. Me volví hacia el esperpento tocado y de un suave tirón del brazo la obligué a incorporarse y a mirarme, tan concentrada estaba en sus conjuros que ni me había visto y se sobresaltó.
-Señora, váyase de aquí, ya lo ha oído, la señora no necesita de sus letanías
Me miró con unos ojillos de hurón oscuros y llenos de desprecio
-pero hija, por Dios, si está a punto de entregar el alma a Dios….
Tuve miedo de mi misma, porque con su altura de niña,  apenas me llegaba al pecho y sentí deseos de derribarla de un bofetón certero.
-noooo, señora, yo no sé si le irá a entregar su alma a alguien…pero a su Dios ya le aseguro yo que no, así que váyase de aquí y no vuelvan asomarse, ninguno de ustedes….
La virgen enjuta se persignó con ahínco sin dejar de mirarme con desprecio, pero debió adivinar por la determinación de mis ojos y el temblor de mis extremidades que yo misma me temía, porque se dio la vuelta y salió por la puerta rezongando.
Me acerqué a la cama y, presa de un llanto que no podía controlar, me abracé a Charo. Ese fue la última vez que me vio a mí, a Esther, me cogió débilmente la cara entre sus manos y me miró llena de agradecimiento.
Cuando  desperté en la butaca a la mañana siguiente, Charo ya se había ido. Lo supe porque tenía los ojos abiertos y una extraña mueca, como si sonriese, dibujada en los labios. Le cerré los ojos, cogí mis cosas y me fui de allí.

1 comentario:

  1. Hola guapa, ya lei la cuarta parte y es igual de buena e interesante que las otras, me encanta leerlos.Hoy los he vuelto a leer todos y me encantan.Espero el siguiente.Besos.

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