martes, 29 de marzo de 2011

más que mirarse (VI)

-Mola la música que pones…

Acababa de darle un descanso al acústico de Ben Harper y darle voz a Amy Winehouse Bueno, eso de darle voz era pura metáfora, porque Amy era La Voz en sí misma. Aún no se había recuperado de la sorpresa y le miraba con extrañeza, intentando dilucidar sí realmente había oído lo que había oído, cuándo el Vicentín volvió a hablar, esta vez mirándola directamente a los ojos y sonriendo:
-Siempre les digo a mis colegas que hay que ver a Amy en concierto antes de que se mate…
Sí, no había duda, se estaba dirigiendo a ella y pronunciando algo distinto del habitual me cobras por favor hasta luego gracias.
Intentó recomponerse del asombro y decir algo ocurrente, o, al menos, inteligible, pero se quedó paralizada y sólo acertó a esbozar un tímido gracias, sí, debe ser una gozada verla en directo, son cinco cincuenta.
-Gracias a ti… -dijo sin dejar de sonreírle, y se dio la vuelta para alejarse por el pasillo hacia la puerta .Esther aún continuaba mirándole como a un marciano cuando él volvió, justo antes de salir y la miró una vez más, esta última fue una mirada seria y un poco extraña.

Lo cierto es que el episodio estuvo en su cabeza toda la tarde. Para empezar, era extraño que el Vicentín apareciera por la librería por las tardes, como venía haciendo desde hacía un par de semanas. La cosa había empezado el viernes anterior, cuándo le vio entrar por la puerta a eso de las siete y tardó un minuto en asociar a ese hombre atractivo de pantalón moderno, deportivas de piel negras, americana y foulard , con el formal empleado de juzgados que compraba el periódico cada mañana, elegía con prisa, pagaba con prisa y se iba con prisa. Este nuevo Vicentín se paraba en la mesa de exposición mucho rato, hojeaba los libros con esmero, dudaba, cogía el móvil cuando le llamaban y sostenía largas conversaciones , jalonadas de risas, claro tío, quedamos en la Barrera y nos tomamos algo… no el Sábado por la mañana no puedo que tengo un embargo… sí, Natalie Portman se sale, está preciosa ...vale… pero vuelvo al cine a verla contigo que me flipó, es de esas pelis que hay que ver en el cine…

Esther fingía colocar mercancía y mantenía una discreción educada, pero escuchaba las conversaciones llena de curiosidad. Para empezar, en la imagen que se había formado del Vicentín, no cuadraba esa indumentaria informal, la camiseta de los Beatles con la portada de Abbey Road serigrafiada. Tampoco le cuadraba que el Vicentín se tomara cañas o fuera a ver El Cisne Negro con sus amigos. En realidad, ni siquiera le cuadraba que el Vicentín tuviera amigos. Ni que sonriese.
Pero sonreía. Es más, le sonreía a ella. ¿Qué mosca le habría picado? Y bueno, luego estaba el hecho de que este nuevo Vicentín le convenía a su caja. El primer día del desconcierto se había llevado la biografía de Keith Richards, buena elección y buen precio para el vendedor. El lunes había vuelto a eso de las seis, esta vez con vaqueros y chulísima camiseta de Donde viven los monstruos y había elegido Vivir para contarla, la biografía de García Márquez. Un tocho nada desdeñable, pensó Esther. Y además es imposible que le haya dado tiempo de leerse a Keith Richards en dos días. O a lo mejor está de vacaciones y por eso tiene tanto tiempo…pero el martes le vio pasar por la mañana con el atuendo de funcionario y mirar sin disimulo al interior de la librería. O sea…que de vacaciones no está…Y hoy había pasado esto…
Esa noche  había quedado con Ana y Alberto para cenar en su casa, y aunque ella le había preguntado qué tal la semana y si había habido alguna novedad, ni siquiera se le ocurrió contarle lo del Vicentín. No obstante, al llegar a casa de madrugada había vuelto a pensar en el asunto pormenorizadamente. Bueno, está claro que el tío es melómano, o por lo menos de música entiende algo… siempre lleva los cascos puestos…le gustan los Rolling…los Beatles…se viste bien… tiene estilo…me encantan los tíos que saben llevar un foulard sin parecer decimonónicos…tiene los ojos verdes…nunca me había fijado… qué curioso…y desde luego sabe como utilizarlos…me estaba diciendo mola la música que pones mirándome de tal forma que podía haber dicho qué buena estás…es la primera vez que me ha hablado…tiene una voz preciosa, la verdad, dulce pero con un tono grave súper… masculino?…bah Esther…no desbarres colega que se te está yendo la olla…
Al día siguiente al despertar ya no se acordaba y se duchó y vistió a toda prisa, como cada día. Como era sábado, los clientes de primera hora se demoraban hasta las diez u once. O no pasaban. Como el Vicentín. El Vicentín los sábados nunca venía.

Estaba concentrada en la portada del Mundo y ni siquiera le había visto entrar
-Libia eh? Otra guerra por petróleo sólo que esta con el beneplácito general…y con resolución de la ONU para que no se note el despropósito…
A Esther el sobresalto se le notó, se le notó mucho. En un segundo pensó no esto ya no es casual…esto es raro raro…pero se recompuso enseguida…éste quiere jugar, vale, pues jugamos
-Sí, yo pienso lo mismo, sólo que cuándo Irak, yo  tenía veintitantos y más energías y menos trabajo para chuparme todas las manifestaciones, ahora ya me conmueve menos- Se sorprendió de la seguridad con que le había mirado de frente, sonreído y soltado toda esa parrafada.
El Vicentín sonrió a su vez, parecía encantado con el juego y con el hecho de que ella, por fin, le hablase con simpatía. Acabaron hablando de todo, de Libia, de Irak, del paro, de Rubalcaba…Le contó que se llamaba Rafa y que trabajaba de gestor en la Audiencia, que tenía treinta y seis y que vivía sólo en un piso de la calle Vizcaya, que estaba divorciado y tenía una hija de cuatro años. A la media hora, Esther se sintió tan a gusto con él, con la conversación, con la breve intimidad que habían logrado crear, que le soltó:
-Iba a prepararme un café, te apetece?
Por supuesto el Vicentín aceptó y siguieron hablando y hablando, hasta que se dieron cuenta, sorprendidos, de que casi era la hora de comer, y él dijo que se tenía que ir a buscar a su hija. Por supuesto, ni siquiera se molestó en mantener la ficción de cliente, se marchó sin comprar nada. Cuando Esther cayó en la cuenta del detalle, más  que sonreír, rió abiertamente, tanto, que llamó la atención de una chica, la última clienta de la mañana, que hojeaba las revistas, y que la miró entre sorprendida y divertida.

Decidió dar un paseo por Riazor antes de irse a casa, le hacía falta sentir el mar y el sol en la cara. Durante el paseo, iba pensando que era bueno esto, aunque finalmente no fuese nada. Pensó que hacía mucho tiempo que no mantenía una conversación tan amena e inteligente con nadie, mucho menos del sexo opuesto, y pensó que ya no se acordaba de lo maravilloso que era sentir esa afinidad con alguien, disfrutar sólo del mero hecho de hablar y hablar, con verdadero interés por lo que el otro decía, sintiendo en el otro verdadero interés por lo que uno decía. Lo raro en los últimos años ya era no encontrarse con freaks, así que solo el hecho de encontrarse a una persona no sólo normal, sino descubrir que le unían a ella multitud de afinidades e intereses comunes, era un milagro. Ya en el ascensor, recordó que el Vicentín le había contado que había ido a su mismo instituto y se sorprendió a sí misma pensando cómo es posible que no nos encontráramos…

Por supuesto, el Vicentín volvió. Y por supuesto, ella le esperaba. No se dijo a si misma en ningún momento que así fuera, pero se sorprendió cada mañana poniéndose rimel y delineador ante el espejo. Cambiando los levis desgastados por pantalones más ajustados, y los all star por discretos tacones de piel camel. Claro está, al Vicentín no le pasaron desapercibidos estos pequeños gestos y se lo  hacía saber con miradas elocuentes y francas. Era el eterno juego de la seducción, la exhibición de las plumas entre dos pavos reales. La vida en estado puro. Porque así se empezó a sentir Esther. Viva. Viva otra vez. Y era grandioso.

Tardó semanas en contárselo a Ana
-Creo que al Vicentín le gusto…
-¿Y eso..?-inquirió su amiga, divertida
-Bueno...pues… por ejemplo…esta tarde estaba el tío mirando los libros de la mesa de exposición …y yo estaba agachada colocado mercancía en las estanterías…y cuándo me di la vuelta le sorprendí mirándome el culo con descaro...y lejos de hacerse el loco, me taladró con la mirada y me sonrió…
-Joder Esther, creooo??... tú que llevas sólo tres años sin follar o enganchada además a Clan TV?? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario