domingo, 10 de abril de 2011

más que mirarse (IX)

El secreter estilo Luís XV armonizaba a duras  penas con el parco mobiliario de mi salón, que consistía en un enorme sillón rojo, una mesa de trabajo y la pantalla plana del televisor. Le daba al conjunto un aire kitsch ligeramente pretencioso, pero no podía ignorar su existencia. Eran el hábitat natural de los diarios de Charo, y condenarlos a hacinarse en un impersonal mueble de Ikea me parecía desolador y alienante para ellos.
Por eso le había pedido a Alberto que me ayudase a transportarlo desde el piso de Orillamar. No había sido tarea fácil, pesaba una tonelada. También había comprado un producto especial para pulirlo y abrillantarlo y había elegido en El baúl de la Abuela una hermosa borla granate que pendía rotunda de su cerradura. Era extraño, pero desde que lo tenía instalado en mi salón, mi apartamento se había hecho más acogedor, más amable, despertarme cada mañana y verlo allí era como advertir con alegría que un amigo había pasado la noche en el sofá. Una vez que la parte logística estuvo solucionada, pensé que tal vez lo mejor sería ordenar los diarios por fechas o épocas, o, al menos, por algún otro tipo de lógica, aunque la cronológica me seguía pareciendo la más acertada. No fue difícil, puesto que su autora había puesto en la tapa dura de cada uno de los librillos una reseña que daba una pista bastante certera de la época que recogía. Pero varios de ellos tenían simplemente un nombre. Uno de hombre. El mismo nombre que Charo había repetido tantas veces en sus últimos días de agonía. Juan.
La curiosidad que sentí ante ellos fue mayúscula, puesto que ella no me había hablado  nunca de Juan, no obstante, había tenido que ser muy importante para dedicarle varios de sus diarios. Eso daba una pista de que la huella de ese hombre por fuerza tenía que ser sólida….y dolorosa. Por ello, aunque los primeros libros databan de 1963, momento en el que Charo contaba unos veinte años, decidí dejar esa década para después y empezar mi recorrido por Juan…

16 Diciembre 1974

Se acerca la Navidad y en el colegio no paramos con los preparativos. Los niños están ilusionados y entregados a la tarea de decorar árboles, preparar murales con acebo, algodón y mucho rojo. El frío es intenso y los días cortos. Mi madre sigue pesadísima con que me mude con ellos a Orillamar y que no “tire el dinero en la renta”. No entiende que necesito mi independencia y mi espacio, que ya no podría renunciar a ella. Me dice “hija, no entiendo que no te cases y formes una familia, con lo guapa que tu eres…no me digas que no hay ningún hombre que te corteje…claro que con ese carácter que te gastas…tendrías que aprender a ser más sumisa…” Yo le digo que ya tengo muchos hijos, que mis niños me dan todo lo  que necesito…y ella “no hija, una mujer de tu edad sin un hombre al lado va por la vida como vaca sin cencerro”. Las teorías psicoanalíticas de Freud, que se han puesto tan de moda, le podrían dar una  pista de mi aversión a su perspectiva de la vida. Sumisión? Dependencia? Para vivir como ella, siempre pendiente y sometida a los vaivenes de humor de mi padre, soportando estoicamente sus altibajos emocionales, sus agonías, sus silencios…para vivir con miedo de permitirse cualquier capricho y dándole cuenta de cada duro que se gasta….Será que Freud tiene razón y en nuestros  padres está la respuesta a nuestra personalidad. No sé bien lo que quiero…pero desde luego sí sé lo que no quiero…no quiero llevar la vida de mi madre, no quiero limpiar, cocinar, ser la criada de un hombre, parir a sus hijos con mi dolor,  para luego no tener derecho a nada, no ser nadie…Ella siempre empeñada en facilitarle la vida “no molestéis a papá… que tu padre no se enfade…voy a hacer la comida favorita de tu padre el domingo…” Y él ni la mira…hace años que no la mira.
Nos han dicho del ministerio que mañana se incorpora el maestro sustituto de Pilar, porque parece que su baja va  para largo. Espero que no sea un carcamal de la vieja escuela, porque no se integraría bien en el ambiente tan lúdico y moderno que tenemos la suerte de disfrutar en este centro…y nos amargaría…aunque pienso que por fuerza tiene que ser alguien joven al que todavía no le ha dado tiempo de sacarse la  plaza fija.

17 Diciembre 1974

Esta mañana he llegado pronto al colegio para ultimar los preparativos de la actuación de mis niños. Entré en la sala de profesores para tomarme un café, porque venía helada .Me encontré frente a la cafetera a un hombre altísimo y con una percha considerable, que al notar mi presencia se dio la vuelta y resultó ser además bastante atractivo. Americana de pana negra, bufanda gris y sonrisa amable. Me ha tendido la mano…
-Hola, soy Juan, el sustituto…me estaba sirviendo un café, te pongo uno?
Al final, no ensayamos por última vez porque me entretuve conversando con él. Es una persona de una educación exquisita, con una voz cadenciosa y pausada…la amabilidad personificada. Según iban entrando compañeros, se presentaba y les tendía la mano a todos. Ha causado muy buena impresión. La pécora de Begoña me ha susurrado “coño, Charo, nos ha tocado el gordo de la lotería y aún no es 22…vaya planta tiene el tío, parece Alain Delon…” Me he reído y le he contestado “cuidado Begoña…no te emociones tanto que me ha dicho que está casado y tiene tres hijos”

18 Diciembre 1974

La actuación salió a las mil maravillas. Los padres, encantados, los niños, emocionados y yo…orgullosa…Hasta las lágrimas me han sacado los diablos éstos, que al final de la mañana me han regalado un pañuelo de seda que habían pagado con sus ahorrillos y una postal enorme con dibujos suyos “para Doña Charo, la  profe más guapa del mundo”. Luego nos hemos juntado todos los profesores y hemos ido a comer al mesón de la esquina. Begoña se apresuró a tomar asiento al lado del nuevo. Iba maquillada en exceso, como siempre, los labios de un rojo un tanto vulgar para aquella hora del día, locuaz y sobrexcitada. Me quedé de piedra, porque el nuevo, Juan, se levantó educadamente alegando que le sentaban muy mal las corrientes en la espalda y se sentó a mi lado “ me ha dejado impresionado lo que te quieren los niños, el respeto y el afán que ponen por no defraudarte” le he contestado que yo también los respeto mucho a ellos y que a lo mejor es por eso. La comida se ha alargado hasta tarde, sobremesa, café y disquisiciones políticas sobre la dictadura y Franco, sobre la tímida apertura que está experimentando el país. Cuándo nos hemos levantado, sobre las seis, el nuevo me ha dicho “ no vives por Montealto? Si quieres te llevo que me pilla cerca…” Begoña me ha asesinado con la mirada y me ha dicho al oído “vaya con la Charo…ten cuidado que me han dicho que está casado y tiene tres hijos”

1 comentario:

  1. Me encanta, es genial Euge esta obra llegara lejos, cada vez es mas interesante y elaborada, se te nota cada vez mas suelta, es extraordinario como enlazas presente y pasado (creo que se llamaba flash back)y disfruto leyendo, creeme que lo compraria sin duda si llegases a plublicarlo,es buenisimo y al tener tantos datos de Coruña me hace sentir como en casa.Enhorabuena.

    ResponderEliminar