jueves, 7 de abril de 2011

más que mirarse (VIII)

-Bueno entonces…qué noche celebramos tu cumpleaños? Ya sabes que de invitarme a cenar y a unos martinis no te libras…
-Pueeeeees, que tal el Sábado dieciséis? …no…espérate que ese día tengo la boda de Lucía….pues el viernes…
-Vale pues, vamos al Toscana, como siempre… y antes  te llevo a un café de Peruleiro que descubrí hace poco, que lo lleva una pareja súper amable y tienen una niña preciosa que habla con todo el mundo y es encantadora…es de esos sitios que llegas y te ponen lo que tomas sin tener que preguntarte…me encanta, todo el barrio los adora…
-Hecho, Ana

La hora de cerrar ya se acercaba y Ana se había acercado a surtirse de pilots, folios y rotuladores Standler, los que usaba para corregir exámenes…los mismos que usaba yo…barruntaba Esther con nostalgia al tiempo que los envolvía. Hacía días que el Vicentín… Rafa Rafa Rafa… -Esther tenía miedo de que a fuerza de costumbre un día se le escapara delante de él lo de Vicentín, por eso ensayaba esa letanía- no se acercaba por allí. Todo el coqueteo inicial se había quedado en suspenso.

-Que tal esta semanita el Vicentín? – preguntó Ana
-Pues mira tía…la verdad es que no ha pasado…ni para ir a currar…igual está enfermo…igual se ha asustado….
-Que se va a asustar…estará enfermo, fijo…
-Bah…da lo mismo…..
-Ya ya…da lo mismo sí…lo que pasa es que hay que espabilar, Esther…invítalo a salir o algo…
-Yoooo? Ni de coña….que se busque la vida, vamos….

Pero lo cierto es que le desilusionaba la nueva situación. En el breve espacio de tiempo que habían compartido, había descubierto que el sujeto le gustaba cada vez más. Al mismo tiempo, se daba cuenta de que ella ponía barreras, de forma inconsciente, para que él no se le acercara más, para que no pasase de un simple coqueteo. Le había preguntado un par de veces que si solía salir los fines de semana …siiii, no paro, la verdad es que el tiempo se me escapa, porque intento ver a mis amigas…salir…no me sobra ni un minuto…No había vuelto a intentarlo. Seguían comentando las noticias, Fukushima…, once mil toneladas de residuos radiactivos vertidos al mar…va a alterar todos los ecosistemas marinos…sí, es terrible…como decía don Mario, si uno tuviera tiempo sentiría como veinte minutos de vergüenza…Había empezado también a hablarle de su hija, que se llamaba Clara, que era listísima…guapísima…se parece a su madre, por supuesto…que le dolía el tiempo que ya no pasaba con ella … es duro, sabes…está conmigo fines de semanas alternos y vacaciones…pero…no es lo mismo…echo de menos bañarla, darle la cena todas las noches…su madre se porta genial, conste, jamás me pone pegas y le ha explicado muy bien la situación…nuestra prioridad fue siempre la niña…los dos procuramos que notase lo menos posible el impacto…ya te digo, Isabel es buena persona…le dijo desde un  primer momento que papá y mamá se querían mucho y que eso no iba a cambiar, pero que para ser más felices tenían que vivir cada uno en su casa…Esther notaba como le temblaba la voz ligeramente y los ojos se le nublaban y pensaba… jóder…tiene que ser durísimo…yo pasé lo mío y eso que no había hijos…así debe ser un drama… Sin embargo, ella había evitado en todo momento hablarle de Miguel, o de cualquier detalle íntimo de su vida. No le salía. Procuraba llevar las conversaciones al ámbito de lo impersonal, la vida de la ciudad, la música,  los libros…
-          El Sábado mi amiga Ana fue al  palacio de la ópera, ya sabes, al ciclo de jazz, estaban Jan Garbarek y Trilok Gurtu….salió flotando…me contó que Gurtu era fuera de serie, que incluso tenía en el escenario un cubo de agua y metía en el determinados instrumentos y hacía virguerías….la gente acabó de pie aplaudiendo como una loca….volvió encantada…
-          Siiii, a mi me contaron algo parecido de ese concierto….dentro de unas semanas está el hijo de John Coltrane…..un lujazo…molaría ir

Ella sentía una creciente rigidez en la espalda y cambiaba rápidamente de tema. Pero lo cierto es que, ya en su casa sola cada noche, cuándo por fin tenía tiempo para estar consigo misma, notaba que el Deseo, ese perro esquivo e intratable que la había estado ignorando años, comenzaba a hacer tímidas y fugaces apariciones. Ahora era ella la que procuraba ignorarlo. No se iba a ir de rositas después de su rastrera y sucia deserción. Ella tenía su orgullo…o no?.... pero se sorprendía pensando tengo que ir de compras…hace siglos que no me paso por Skunfunk y seguro que ya tienen lo de veranito…no me vendrían mal faldas…camisetas…un maxibolso de los míos…
Era cierto, aún no había empezado mayo y sobre la ciudad se había instalado un agradable y optimista verano. Todo el mundo estaba más alegre, los parques llenos de críos jugando otra vez. A Esther le encantaba su barrio, obrero y sencillo, entusiasta. Cuándo los dioses regalaban días así, las terrazas se llenaban de gente que charlaba y reía animadamente hasta tarde. A través de la galería de su sala de estar, ella oía el bullicio, las risas de los niños, el tintineo de los vasos, era una sensación incomparable. Era la vida. Y cuando se es joven, no se puede evitar desear ardientemente formar parte de ella…pintarme las uñas de los pies de rojo y ponerme los anillitos de plata, como cada verano… y…unas sandalias chulas….tipo romanas….bueno, dos….unas negras y otras marrones….yyyyyy….biquinis….un par por lo menos….Luego despertaba repentinamente de la ensoñación femenina…biquinis?? …pero si hace siglos que no voy a la playa… Antes de su inmersión en el pozo, Ana y ella disfrutaban muchísimo con todo el juego previo a la llegada del verano, les encantaba hacer planes, ir de compras, todos los veranos se escapaban una semanita a cualquier lado, unos años a alguna isla del sur, otros simplemente al camping de Louro, en el que se sentían como en casa. El ritual de ponerse anillos en los pies y pintarse las uñas de rojo era una de sus pequeñas complicidades. En cuánto el calor se asomaba, su amiga le decía Bueno, qué…cuándo nos vamos a comprar cosas bonitas para señoritas?...Era una expresión de un libro de Marian Keyes, con la que se partían de risa cosas bonitas para señoritas…

-…bueno tía, te dejo, que tengo que corregir cuarenta exámenes para mañana y tengo que poner lavadoras y tengo que….…….,
-jodeeer Ana…acaba de entrar….está ahí…- sintió un millón de mariposas revoloteando en el estómago.

El Vicentín, efectivamente, acababa de entrar y se había parado en la mesa de exposición, dónde se  había puesto a pasar interesado las páginas del último de Almudena Grandes.
Ana, escurridiza y rápida como una ardilla, se deslizó tras el mostrador, pulsó el botón de encendido de la cafetera y le guiñó un ojo a Esther, para alejarse acto seguido por el pasillo, taconeando con decisión y haciendo tintinear toda la plata que llevaba encima. Al llegar a la altura del Vicentín, y sin dejar de caminar hacia la salida, le espetó:

-adiós Vicente, majo, me alegro de verte por fin…

El Vicentín la miró perplejo, sin duda barajando dos posibilidades, o que le confundía con otro, o que estaba loca…por lo que no iba desencaminado. De forma automática miró hacia el mostrador, en dónde Esther leía concentradísima un folio, que, para más señas, estaba en blanco.

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